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El malduque de la Luna

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tante <strong>de</strong> esa guerra soterrada entre dos hermanos que ha<br />

marcado mi vida.<br />

Llegó a los pocos días TioPedro con un plumier <strong>de</strong> dos<br />

pisos y <strong>la</strong> buena nueva <strong>de</strong> que ya tenía yo colegio, el <strong>de</strong> <strong>la</strong><br />

mujer <strong>de</strong> su amigo Zamora el filósofo, un colegio distinto<br />

a todos los <strong>de</strong>más colegios, lo imagino dando rienda suelta<br />

a su entusiasmo con un vaso en <strong>la</strong> mano <strong>de</strong> aquel<strong>la</strong> bebida<br />

amarillenta <strong>de</strong> <strong>la</strong> que siempre nos surtía y que tanto me<br />

gustaba <strong>de</strong>colorar echándole su preceptiva agua, el pastís<br />

al que, tantos años <strong>de</strong>spués, me aficionaría el incombustible<br />

Maurice Babel que lo había aficionado también a él, e<br />

imagino a mi padre con un vaso idéntico pero posado en<br />

<strong>la</strong> mesa, enfriando su euforia: ni hab<strong>la</strong>r, el hijo <strong>de</strong> Juan<br />

<strong>Luna</strong> Guzmán y Carmen <strong>Luna</strong> Sánchez no iba a una escue<strong>la</strong><br />

<strong>de</strong> pago por principio, y explicaría algo parecido a<br />

aquello <strong>de</strong> que un comunista no soportaba <strong>la</strong> injusticia<br />

nunca y nunca <strong>de</strong>bía permitir ni permitirse una, ¿o acaso<br />

Stalin había canjeado a su hijo, como querían los nazis?, ¿o<br />

Dolores sacado al suyo, a su Rubén <strong>de</strong>l alma, <strong>de</strong>l infierno<br />

<strong>de</strong> Stalingrado? Pues no, no lo habían hecho porque para<br />

un comunista todo privilegio era <strong>la</strong>cerante, toda ventaja<br />

aberrante, toda injusticia <strong>de</strong>nigrante, porque así habían<br />

sido y así serían siempre los comunistas, una retahí<strong>la</strong> <strong>de</strong>l<br />

estilo que no lo libró, <strong>de</strong> todas formas, <strong>de</strong> ce<strong>de</strong>r ante lo<br />

evi<strong>de</strong>nte, que yo tenía que ir al colegio y que era imposible<br />

uno mejor que el que me habían buscado, aunque a <strong>la</strong><br />

postre <strong>de</strong> nada sirviese su concesión, porque <strong>la</strong> última pa<strong>la</strong>bra<br />

<strong>la</strong> tenía Pedro <strong>Luna</strong> <strong>Luna</strong>, yo, y yo era entonces <strong>de</strong><br />

mi padre: tres días duró el colegio, tres días <strong>de</strong> l<strong>la</strong>nto, el primero<br />

porque no se había quedado él conmigo; el segundo<br />

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