mi reino se extendera

de ocupar un cargo público. Una de las
cosas que especialmente molestó a los
santos fue que esta ley se aplicaba solamente
a los "territorios" de los Estados
Unidos y no a los estados del mismo.
(Utah era sólo un territorio y no un
estado en ese momento.) Era obvio
que esta ley estaba dirigida solamente
a los mormones y que no estaba motivada
por un deseo de elevar la moral
del pueblo en general.
Después que el Decreto Edmunds fuera
declarado constitucional por la Suprema
Corte de Justicia en marzo de 1885,
se intensificó la persecución a los Santos
de los Últimos Días que practicaban
la poligamia. En los años siguientes más
de mil miembros de la Iglesia fueron
encarcelados acusándoles de polígamos
y de cohabitación ilegal; este período se
llamó "el allanamiento". La ejecución
de la ley llegó a ser una farsa total. Surgieron
nuevas maneras de interpretar
la Ley Edmunds; se condenaba a las
personas por ser sociables y corteses,
y parecía que lo único que satisfaría a
la ley sería el abandono tota! de la
familia. En un momento dado, cada vez
que el esposo vivía con una de las
esposas de su matrimonio plural lo
tomaban como delitos separados, cada
uno de los cuales acarreaba la pena
máxima de la ley, una multa de 300
dólares y encarcelamiento por seis
meses. De este modo, les era posible
a los oficiales federales encarcelar a
una persona de por vida y requerir pagos
consecutivos de multas a efectos
de hacer justicia. Aún más, se violaron
todas las garantías consitucionales de
los derechos individuales que protegían
a las personas de inspección e investigaciones
ilegales. La cacería de los
"cohabs" (los que cohabitaban ilegalmente)
se convirtió en un negocio lucrativo
en Utah. Personas extrañas detenían
a los niños y les preguntaban
sobre las actividades de sus padres.
Haciéndose pasar por vendedores ambulantes,
vagabundos, o turistas, muchísimos
agentes de la policía empezaron
a invadir la región. Por la noche, algunos
espiaban por las ventanas o acechaban
en las sombras para conseguir evidencia
condenatoria. Ante este ataque
violento y cerrado, algunos hombres
de familia prefirieron vivir ocultos antes
que someterse a una injusta imposición
de la ley. El presidente Taylor sé retiró
de la vida pública el 1 de febrero de
1885, y los miembros no lo vieron más
CAPITULO 8
en público hasta la fecha de su muerte
en julio de 1887. Durante esta época,
las conferencias generales se llevaron
a cabo lejos de Salt Lake City, y ante la
ausencia de la Primera Presidencia sus
mensajes eran leídos a los presentes.
Juicio versus persecución
La siguiente carta de la Primera Presidencia,
con fecha 4 de abril de 1885,
fue leída a los santos reunidos en una
conferencia general ese mismo día. Por
razones mencionadas en la carta, los
miembros de la Presidencia no estaban
presentes. En esta carta se explica en
forma elocuente el porqué la Iglesia se
resistía a cumplir la ley, aparentando
estar en desacuerdo con el décimosegundo
artículo de fe.
AMADOS HERMANOS Y HERMANAS: Al
no poder estar con vosotros en persona
en nuestra conferencia anual,
consideramos apropiado escribiros
una línea para expresaros nuestra
fe, sentimientos y esperanza concerniente
a la gran obra de nuestro
Dios, en la que estamos todos interesados.
Nunca como hasta ahora
hemos sentido en nuestra vida tanto
gozo y satisfacción en el evangelio
y sus obras. Estamos profundamente
agradecidos de que el Señor en Su
bondad nos permita tener un lugar, y
contarnos entre su pueblo, y ser
poseedores de su sacerdocio sempiterno.
Con la ayuda del Señor estamos
determinados a seguir adelante
Una familia polígama
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con diligencia y fervor y hacer nuestra
parte para llevar adelante Sus
propósitos divinos y Su obra. Vemos
que El muestra maravillosamente Su
ayuda a favor de Su pueblo. Sabemos
que tenemos Su poder, que Sus
ángeles están encargados de nosotros,
y que nada malo puede pasarle
a nadie, por más humilde que sea,
sin que El lo sepa. El saber que Dios
está cerca de nosotros y que escucha
y contesta nuestras oraciones,
nos proporciona incesante gratitud
y deseo de alabarlo. Por algún sabio
propósito, El permite que de vez en
cuando los malvados, con su libre
albedrío, aflijan a los cristianos. Esto
ha sucedido desde la época de nuestro
padre Adán, y continuará sucediendo
mientras Satanás tenga poder
para influenciar a los mortales.
Todos somos hijos del mismo Padre,
y a cada uno de nosotros se nos ha
dado la oportunidad y privilegio de
hacer uso de nuestro libre albedrío.
Nosotros hemos elegido servir al
Dios de Israel. Nos hemos sometido
a Sus leyes; hemos obedecido Su
evangelio, y hemos escogido el sendero
que El nos asegura nos llevará
nuevamente a Su presencia.
Otros de sus hijos prefieren seguir
un curso distinto. Ceden ante una
influencia diferente, y bajo su poder
se proponen destruir la obra de Dios
y a todos los que están relacionados
con ella. Pueden hacerlo porque tie-