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mi reino se extendera

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opiniones del presidente Grant no<br />

esconden odio ni rencor, únicamente<br />

expresan la verdad de la manera en<br />

que él la entiende. Esta característica<br />

atrae a los honestos y hace dudar a<br />

los deshonestos" ("President Grant<br />

the Man", ¡mprovement Era, noviembre<br />

de 1936, págs. 63-64).<br />

Jo<strong>se</strong>ph Anderson, <strong>se</strong>cretario del presidente<br />

Grant por muchos años, recuerda<br />

que "si el tenía una propiedad para<br />

vender, la cual tuviera algo inde<strong>se</strong>able,<br />

nunca intentaba esconder tal información<br />

del futuro comprador" (Prophets<br />

I Haue Known, pág. 28).<br />

Llegó a <strong>se</strong>r un hombre rico, pero conforme<br />

acumuló riquezas <strong>se</strong> deshizo de<br />

ellas. El hacía uso de las cosas, no<br />

solamente las coleccionaba. Siempre<br />

tuvo una fuerte convicción en el <strong>se</strong>rvicio.<br />

"Dejad que cada hombre sienta que<br />

él <strong>mi</strong>smo es el arquitecto de su propia<br />

vida y que ha deter<strong>mi</strong>nado lograr el<br />

éxito por medio de su trabajo. 'Seis<br />

días trabajarás y harás toda tu obra',<br />

y descansad en el séptimo, y no estéis<br />

dispuestos a trabajar cuatro o cinco<br />

días únicamente, a la <strong>mi</strong>tad de vuestro<br />

El ¡oven Heber<br />

potencial. Que cada Santo de los Últimos<br />

Días gane honestamente todo lo<br />

que obtiene, ya <strong>se</strong>a en el trabajo o en<br />

cualquier cosa que haga" (Heber J.<br />

Grant, en Conference Report, octubre<br />

de 1936, pág. 13).<br />

"El verdadero <strong>se</strong>creto para la felicidad<br />

en esta vida y la manera de prepararnos<br />

CAPITULO 12<br />

para la vida venidera es el <strong>se</strong>rvicio; y la<br />

razón por la que los santos somos<br />

felices es porque brindamos más <strong>se</strong>rvicio<br />

que otras personas en el mundo...<br />

Acepto que <strong>se</strong> requiere un esfuerzo<br />

constante de parte de cada uno de<br />

nosotros para tener éxito en nuestra<br />

vida. Para bajar la colina no es necesario<br />

que hagamos fuerza, pero <strong>se</strong> requiere<br />

fuerza para subirla hasta la cima"<br />

(Bryant S. Hinckley, Heber J. Grant:<br />

Highlights in the Life of a Great Leader,<br />

pág. 179).<br />

En una ocasión, cuando <strong>se</strong> le ofreció<br />

una posición con un salario diez<br />

veces mayor al que tenía, él la rechazó<br />

diciendo: "Solamente puedo dor<strong>mi</strong>r en<br />

una cama y usar un traje a la vez". El<br />

consideraba que el dinero era para <strong>se</strong>r<br />

utilizado en propósitos nobles. Le gustaba<br />

mucho decir un relato de un billete<br />

de cinco dólares que fue de persona en<br />

persona, con el que cinco personas pagaron<br />

una deuda que tenía de cinco<br />

dólares; una pagó a la otra hasta que<br />

el billete regresó a su dueño original,<br />

cancelando así una deuda de veinticinco<br />

dólares. Durante la depresión<br />

econó<strong>mi</strong>ca de la década de 1930 acon<strong>se</strong>jó<br />

a los <strong>mi</strong>embros que utilizaran su<br />

dinero para comprar artículos hechos<br />

localmente, para con<strong>se</strong>rvar así el dinero<br />

en la localidad y que todos pudieran<br />

beneficiar<strong>se</strong>.<br />

Al prever la desintegración de las fa<strong>mi</strong>lias,<br />

el presidente Grant vigiló y cuidó<br />

de la suya con un interés particular.<br />

El fue padre de diez hijas y dos varones,<br />

muriendo estos últimos cuando<br />

eran niños. Siempre estuvo interesado<br />

en su fa<strong>mi</strong>lia eterna, sus hijos,<br />

nietos, padres y abuelos; y esto le condujo<br />

a asistir al templo con sus hijas<br />

cada <strong>se</strong>mana con toda regularidad, aun<br />

durante los casi veintisiete años que<br />

presidió a la Iglesia. Una de sus hijas<br />

recuerda el amor y cuidado que le<br />

mostró <strong>mi</strong>entras <strong>se</strong> recuperaba de una<br />

enfermedad. Se había debilitado tanto<br />

que había perdido el uso de sus piernas,<br />

de manera que él le en<strong>se</strong>ñó a ca<strong>mi</strong>nar<br />

de nuevo. Ella comentó: "Cuando di<br />

<strong>mi</strong>s primeros pasos in<strong>se</strong>guros y caí en<br />

sus brazos protectores me <strong>se</strong>ntí muy<br />

contenta. Esos brazos siempre han sido<br />

<strong>mi</strong> protección. Su buen corazón siempre<br />

ha entendido <strong>mi</strong>s necesidades".<br />

(Lucy Grant Cannon, "Father Who is<br />

Loved and Honored", Improuement<br />

Era, noviembre de 1936, pág. 680).<br />

Cuando le preguntaban que si iba a<br />

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bibliotecasud.blogspot.com<br />

dejar a sus hijos una fortuna, con frecuencia<br />

contestaba: "¡Quiero que <strong>mi</strong>s<br />

hijos <strong>se</strong> sientan tristes cuando yo<br />

muera"!, y les amonestó que lo siguieran<br />

en la obra de la Iglesia. Les<br />

legó algo más valioso que el dinero.<br />

Explicó su hija Dessie: "Fue él quien<br />

nos en<strong>se</strong>ñó a amar la vida, pero no<br />

temer la muerte; a <strong>se</strong>r felices frente a<br />

nuestras pruebas y a hacer de nuestro<br />

Padre Celestial nuestro mejor a<strong>mi</strong>go"<br />

(Improuement Era, noviembre de 1936,<br />

pág. 704).<br />

La revelación en Arizona<br />

Heber J. Grant dedicó muchos años al<br />

<strong>se</strong>rvicio de la Iglesia. Fue una de las<br />

Autoridades Generales por <strong>se</strong><strong>se</strong>nta y<br />

tres años; a los veintitrés fue presidente<br />

de estaca, a los veinticinco, <strong>mi</strong>embro<br />

del Quorum de los Doce y fue presidente<br />

de la Iglesia durante ventiséis<br />

años y medio. En una ocasión tuvo una<br />

revelación en el desierto de Arizona<br />

después de su llama<strong>mi</strong>ento al Quorum<br />

de los Doce, la cual le dio la convicción<br />

de la divinidad de su llama<strong>mi</strong>ento. Más<br />

tarde el presidente Grant relató en sus<br />

propias palabras los desafíos que tuvo<br />

que pasar para ocupar tal posición<br />

siendo tan joven.<br />

Siempre hay dos espíritus luchando<br />

con nosotros, uno que dice que nos<br />

continuemos haciendo el bien, y el<br />

otro que nos dice que somos indignos<br />

por motivo de las faltas y fallas<br />

de nuestra naturaleza. Puedo decir<br />

con certeza que desde octubre de<br />

1882 hasta febrero de 1883 e<strong>se</strong><br />

espíritu me siguió de día y de noche,<br />

diciéndome que yo no era digno de<br />

<strong>se</strong>r un Apóstol de la Iglesia, y que<br />

debería renunciar a dicha posición.<br />

Cuando testificaba de <strong>mi</strong> conoci<strong>mi</strong>ento<br />

de que Jesús es el Cristo, el<br />

Hijo de Dios viviente, el Redentor de<br />

todo el género humano, parecía oír<br />

una voz que me decía: "¡Mentiroso!,<br />

¡mentiroso! Nunca lo has visto".<br />

En una ocasión en que me hallaba<br />

en la re<strong>se</strong>rvación de los indios Navajos,<br />

con Brigham Young, hijo, y<br />

otros <strong>se</strong>is u ocho, unos montados en<br />

caballo y otros en carruajes con toldos<br />

blancos, yo iba al final del grupo<br />

junto con Lot S<strong>mi</strong>th. De repente<br />

vimos una desviación en la carretera<br />

hacia la izquierda, casi en línea recta,<br />

pero también había otro ca<strong>mi</strong>no<br />

bien transitado delante de nosotros.<br />

Entonces dije a Lot: "Deténga<strong>se</strong>;

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