No. 58 - Revista de Temas Nicaragüenses
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Anécdotas bibliotecarias: (6) En Nicaragua, el dinero está tirado en las calles<br />
James Campbell Jerez*<br />
Mayo 2012<br />
¡En Nicaragua el dinero está tirado en la calle, y nosotros no lo vemos!<br />
Máxima <strong>de</strong>l profesor César Caracas<br />
<strong>No</strong> recuerdo en alusión a qué solía <strong>de</strong>cirlo, pero era común en él <strong>de</strong>círnoslo para indicarnos<br />
que Nicaragua era pobre porque nosotros así lo queríamos, porque el dinero se encontraba tirado en<br />
cada esquina <strong>de</strong> la ciudad, en cada pueblo. Me sentía culpable. <strong>No</strong> precisamente con hambre, pero<br />
generalmente con dificulta<strong>de</strong>s económicas en casa que ya entendía. Y mi sentimiento <strong>de</strong> culpa se<br />
trasladaba a mi sentido <strong>de</strong> visión. Si el profesor lo afirmaba a cada rato y yo no lo veía, era porque<br />
era ciego. En realidad todos mis compañeros éramos ciegos. Tiempo <strong>de</strong>spués entendía que “nosotros”<br />
éramos todos en el país y no sólo el pequeño grupo <strong>de</strong> tercer año al que él se dirigía.<br />
Y obviamente que mi comprensión pasó por una dosis <strong>de</strong> lectura. La “obligada”, la que el<br />
sistema educativo impone pero no estimula como parte <strong>de</strong> la estrategia <strong>de</strong> la enseñanza aprendizaje,<br />
y la “recreativa”, aquella que, al margen <strong>de</strong> los cuentos <strong>de</strong> hadas, <strong>de</strong>l “érase una vez”, me enseñaba que<br />
la vida en mi país no sólo eran las calles y avenidas adornadas <strong>de</strong> la avenida Roosevelt en Managua,<br />
sino que incluía las charcas <strong>de</strong> aguas servidas por doquier, las y los niños panzones y <strong>de</strong>snudos ju-<br />
gando, <strong>de</strong>scalzos, con latas vacías como si fueran pelotas.<br />
La lectura me enseñó más que eso. Me enseñó que los escritores que había leído hasta en-<br />
tonces son “enviados especiales” <strong>de</strong> nuestros antepasados, para que nos ilustraran sobre la vida que te-<br />
níamos, la naturaleza que nos cobijaba y era nuestro más preciado tesoro para los <strong>de</strong> antaño. Que el<br />
oro, la plata y las piedras preciosas sólo eran adornos, no más, y que su posesión <strong>de</strong>notaba igual que<br />
ahora, estatus, pero este era, invariablemente mejor <strong>de</strong>l que ahora <strong>de</strong>tentamos.<br />
Naturaleza viva vs. Naturaleza muerta. El profesor Caracas sabía <strong>de</strong> lo que hablaba –como<br />
sabía lo que pintaba. Pero tenía, al menos en mi sección y en los adolescentes <strong>de</strong> mi misma edad en<br />
aquel venerable colegio <strong>de</strong>l venerable Maestro Gabriel, un auditorio no apto para enten<strong>de</strong>rlo. Pero<br />
estoy seguro que eso lo sabía muy bien y que como buen profesor, con <strong>de</strong>círnoslo estaba sembrando<br />
la semilla que igual podría haber aterrizado en rocas pero que esperaba fuera en tierra fértil. Así que<br />
me consi<strong>de</strong>ro <strong>de</strong> los elegidos. Al menos <strong>de</strong> los que oyeron la proclama y pensaron en ella, y se la han<br />
transmitido a sus <strong>de</strong>scendientes. Estoy convencido que en todos caló, al menos para mantener vivo<br />
el recuerdo <strong>de</strong> la afirmación.<br />
<strong>No</strong> recuerdo si alguno <strong>de</strong> nosotros le pidió que explicara su afirmación. Y <strong>de</strong> haber habido<br />
pregunta, no recuerdo la respuesta. Sólo recuerdo su cara seria afirmando qué éramos ricos, pero<br />
tontos. Estudiando la geografía básica, primero y <strong>de</strong>spués la geografía ilustrada <strong>de</strong> Dr. Incer, lo em-<br />
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