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LA ESTRuCTuRA FORMAL DEL LIBRO ANTIGuO ESPAñOL Fermín ...

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la estructura formal del libro antiguo español 57<br />

(« tabla de los lugares señalados »), capítulos, « de cosas notables », etc., elaborados<br />

por los autores a partir de su conocimiento del contenido y de la visión<br />

que de él quieren dar.<br />

Fr. Bernardino de los Ángeles, en su Tomo primero de Tratados y Sermones de la<br />

limpia Concepción de nuestra Señora (Sevilla, Alonso Rodríguez Gamarra, 1617),<br />

cita los que existen :<br />

[…] tres índices suelen ser comunes en libros : el común de cosas que llaman lugares<br />

comunes ; y el de lugares de Escritura, que se declaran en ellos ; y el de los Evangelios<br />

del año, que se tocan allí […]. 1<br />

Por otra parte, Esteban de Aguilar y Zúñiga, en su Estatua, y árbol con voz política,<br />

canónica y soñada (Madrid, Julián de Paredes, 1661), realiza una valoración<br />

de su uso, pues<br />

los índices sirven a los doctos y dañan a los ignorantes. Son fuentes los libros, el índice<br />

es vapor. Éste no mata la sed, pero señala quién la mata : quien de él se ceba no bebe<br />

doctrina, sino nube de ignorancia.<br />

Hay que tener precaución con la ordenación de los índices, en especial en el<br />

caso de los onomásticos, que puede ser por nombre de pila. También hay que<br />

observar la remisión al texto, que se puede hacer a los folios, caras, páginas o<br />

columnas, o bien a los libros, capítulos, secciones, etc., lo que es más dificultoso<br />

para la consulta.<br />

Erratas<br />

Luis de Rebolledo, en la segunda edición de la Primera parte de cien oraciones fúnebres<br />

(Sevilla, Por Clemente Hidalgo, 1603), escribe una nota titulada « Lo que<br />

cerca de las erratas de esta segunda parte advierte el autor », donde incluye un<br />

auténtico tratado de la errata :<br />

Impresión sin erratas, es casi imposible para quien sabe qué es imprenta, y aun para<br />

quien no lo sabe, sino que solamente ha visto tantas pecezuelas y tan menudas en manos<br />

de quien no le va honra ni interés en que salga sin erratas el libro, sino que solo<br />

pone el cuidado en acabar presto su tarea. Y estas pecezuelas cada una está de por sí, y<br />

atadas con un hilo se juntan a hacer la plana, la pluma son balas, la tinta de trementina<br />

que arranca las letras, éstas algo parecidas unas a otras, como la n a la u, la c a la e, &c.,<br />

la vista del corrector de hombre, y a las veces muy ocupado, y más si le dan prisa el<br />

componedor, y los que han de tirar la forma, porque se les pasa la hora, allí están ciertas<br />

las erratas, porque va la prueba pasada por los ojos y no vista, va leída, habiendo de ir<br />

deletreada con gran atención. Estas oraciones no solo llevan erratas, sino descuidos por<br />

lo dicho, y principalmente porque son mías, que soy buen oficial de ellos.<br />

Otrosi, las erratas que no mudan sentencia, aunque muden palabra, ni las letras<br />

vueltas que no truecan nombre de autor, no van enmendadas, porque el lector ha de<br />

enmendar el libro cuando lo fuere leyendo […]<br />

Si se hiciere otra impresión, prometo mejor corrección y puntuación.<br />

1 Ejemplo, al igual que el siguiente, tomado de García Aguilar, Poesía y edición en el Siglo<br />

de Oro, p. 76.

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