Integrante de la etnia Kuna Yala: presencia destacada en Curundú fut texto Alberto Gualde fotos Jeff Maia 28 informa
TEJIENDO uro EL o se conoce a ciencia cierta el origen Nde la palabra Curundú. Pero lo que queda claro es que sus tres sílabas, dueñas de gran sonoridad musical, remiten de inmediato a la violencia y la pobreza que afligen a los habitantes de ese barrio de la capital panameña. Curundú es una de las comunidades más problemáticas de la ciudad de Panamá. Padece una estremecedora situación social, pero al mismo tiempo es uno de los espacios más festivos de la urbe. En cualquier rincón de este conmovedor mundo, compuesto por un apretado laberinto de veredas y precarísimas casas de madera, puede estallar la fiesta en el momento menos esperado. En Curundú se celebra la vida, no importa cuan frágil sea. Un ejemplo reciente fue una gran conmemoración, organizada hace pocos meses por la propia comunidad, en la que se celebraba el día de la etnia emberá-wounaan, con un festival musical, deportivo, gastronómico y de danzas indígenas; así como las festividades desarrolladas por los Congos, denominada Temporada Congo, que dura un mes y termina el miércoles de cenizas. Aunque la violencia haya sido parte del cotidiano de la comunidad, sus habitantes también saben organizarse contra ella. Grupos cívicos y religiosos realizan esfuerzos constantes y tenaces para contrarrestar la peligrosidad cotidiana. No hace mucho se organizó una marcha de jóvenes contra la violencia que desfiló por todo el barrio, sumando adeptos a cada paso. Fue una marcha atípica para Curundú, no había música, ni danzantes, ni ambiente festivo. Signada por muchas presencias silenciosas, la marcha fue una manera de protestar Con sus artesanos, artistas, deportistas y trabajadores de la construcción, la comunidad de Curundú transforma la esperanza y el trabajo en una vida mejor ante la violenta inestabilidad que nació en los propios orígenes del barrio, y al mismo tiempo reforzar el poderoso espíritu comunitario que da aliento a Curundú. En este contexto, hacia el camino de lograr la paz y el reintegro de los pandilleros a la sociedad, está el trabajo que diariamente realizan los Pastores Evangélicos en Curundú y dentro de las cárceles, un trabajo con el cual se han ganado la confianza y el respeto de la comunidad. A través de constantes conversaciones, retiros espirituales y orientaciones grupales contribuyen a mantener la cohesión social y la esperanza de ver mejores días en el barrio. Esta labor también ha sido realizada por los equipos de <strong>Odebrecht</strong> en el proyecto que ejecutan para el Ministerio de Vivienda y Ordenamiento Territorial (MIVIOT) y que tiene la participación de la gente de Curundú que ha pasado o pasa por el proceso de reintegración social. Una historia de zinc y madera El origen de la barriada se remonta a 1920 a partir de la necesidad de viviendas de obreros antillanos quienes habían trabajado en la construcción del Canal. Es a partir de 1945 que se da una multiplicación de frágiles viviendas y desde entonces Curundú adquiere su identidad como un espacio específico. Un remoto censo, realizado en 1958, señaló que Curundú tenía 615 viviendas y 2.472 habitantes. Entre 1960 y 1970 el número de habitantes se triplicó, alcanzando una de las más altas densidades de población en Panamá. El 17 de noviembre de 1971 se creó el acuerdo municipal por medio del cual se fundó este barrio, que en la actualidad es habitado por unas 20.000 personas de etnias muy diversas, que componen un particular cruce de culturas. La gente llega a Curundú de todas partes. Han venido y vienen de provincias tan disímiles como Coclé, Los Santos, Darién o la comarca Kuna Yala. informa 29
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