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VE-05 SEPTIEMBRE 2014

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M. y el humo de las palabras<br />

Encender una pipa no es fácil. Tampoco escribir un relato. La cosa<br />

se complica más cuando intentas escribir un relato mientras enciendes y<br />

fumas una pipa. Pero vayamos por partes.<br />

M. sabe perfectamente que la clave de todo reside en la carga de<br />

tabaco. Aquí cada uno tiene sus manías, claro, y uno puede preferir la<br />

doble carga a la triple carga, al igual que hay escritores que inician su<br />

relato con una frase contundente, como Tolstoi en Anna Karénina, o con<br />

una sencilla frase que, paradojas de la vida, termina siendo igualmente<br />

contundente: “Llamadme Ismael.”, nos decía Melville al principio de<br />

Moby Dick. Pero M. es un hombre de costumbres, y decide utilizar la<br />

triple carga: fondo suave para crear una capa de aire, medio compacto<br />

para que la “pipada” dure lo máximo posible y tarde en apagar, y<br />

superficie con hebras sueltas para que prendan rápido y fácil al contacto<br />

con la lumbre. Por eso comienza su relato, una vez siente el humo en la<br />

punta de su lengua, con una frase contundente pero que al posible<br />

lector le parecerá algo ambigua: “Encender una pipa no es fácil”.<br />

Una vez escrita la primera frase (y ya con la pipa en plena<br />

combustión) entramos en una segunda fase. Ahora la clave es saber qué<br />

queremos contar. Algunos puristas podrán achacarle a M. que eso<br />

debería haberlo pensado antes de escribir la primera frase, pero a los<br />

puristas M. les hace el mismo caso que a los suplementos literarios<br />

cuando recomiendan un libro. Bien, M. se da cuenta que lo que quiere<br />

contar carece de importancia o, mejor dicho, vuelve a ser el eterno tema<br />

que tanto le preocupa: que todo se puede narrar si el narrador es<br />

convincente. Por eso M. vuelve a narrarse a sí mismo narrando una<br />

historia que carece de narración. Sí, sí, ya se que todo es muy<br />

complicado, pero nadie ha dicho que escribir sea fácil, ni que mantener<br />

una pipa encendida esté al alcance de cualquiera.<br />

Con el cuerpo del “relato” más o menos asegurado, M. decide<br />

poner “relato” entrecomillado, no vaya a ser que a los puristas se les<br />

salgan los ojos de las órbitas, M. es consciente que todo está llegando a<br />

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