VE-05 SEPTIEMBRE 2014
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afiladas y peligrosas como aquellas. Sin embargo, los vikingos no eran<br />
una raza que se caracterizase por la cobardía ni nada por el estilo, así<br />
que el jefe ordenó a los timoneles de todas las embarcaciones que<br />
pusieran rumbo norte, hacia la costa.<br />
El mar se hallaba en calma, lo que facilitó que los remeros<br />
acortaran de forma rápida la distancia que los separaba de las playas. Su<br />
táctica invasora se basaba en la sorpresa, por lo que era preciso que los<br />
hombres desembarcaran en tierra lo más rápido posible. Lo que no<br />
esperaban era que las condiciones climáticas cambiaran en cuestión de<br />
minutos.<br />
Se levantó fuerte viento de poniente, acompañado por un aún más<br />
fuerte oleaje. Esto provocó que las livianas naves se escorasen<br />
peligrosamente hacia las rocas. De repente, empezó a caer el diluvio<br />
universal. A la tremenda manta de agua le siguió la formación de<br />
remolinos que atrapaban a los barcos. Ragnar, que no se asustaba por<br />
cualquier nimiedad, se había quedado pálido como el papel, pues nunca<br />
había visto nada parecido.<br />
El huracán llegó y arrastró a las endebles naves hacia los<br />
acantilados. Una tras otra fueron estrellándose contra las amenazadoras<br />
formaciones rocosas, haciéndose añicos. Los vikingos saltaban por babor<br />
o estribor para salvar sus vidas, mas quienes no morían golpeándose<br />
contra las piedras, lo hacían ahogados en un mar embravecido.<br />
La pericia del jefe vikingo hizo que, en un último y agónico<br />
momento, pudiese desviar su drakkar hacia las proximidades de una<br />
enorme cueva que se hallaba alejada del núcleo de la tormenta. No<br />
obstante, fue testigo silencioso de la mayor derrota sufrida por los<br />
suyos, y no precisamente a manos del enemigo, sino de la vengativa<br />
naturaleza.<br />
Creyéndose a salvo, puso la proa de su nao hacia la gruta donde<br />
podría guarecerse hasta que amainase la tempestad. Craso error, pues<br />
fueron directos a una muerte, si cabe más horrenda, que la de sus<br />
compañeros. De las entrañas de la sima surgió un monstruo igual al que<br />
mencionaban las leyendas. El ensordecedor ruido que emitía el animal,<br />
similar a un pulpo gigante, fue suficiente para paralizar de miedo a los<br />
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