VE-05 SEPTIEMBRE 2014
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avos vikingos, quienes, al ver venir hacia ellos a la bestia marina,<br />
soltaron los remos.<br />
Ni siquiera les dio tiempo a saltar por la borda, ya que el<br />
cefalópodo agarró la nave por el velamen, izándola a más de tres metros<br />
de altura y zarandeándola de forma espantosa. Con las primeras<br />
sacudidas ya cayeron la mitad de los tripulantes, así como restos de la<br />
quilla y los palos. Ragnar se sujetaba al timón con uñas y dientes, pero<br />
no había lugar seguro para ninguno. Cuando la bestia se aseguró de que<br />
los marinos habían caído al mar y eran devorados por un ejército de<br />
enormes tiburones blancos que aparecieron de la nada, puso toda su<br />
atención en el jefe de la tripulación.<br />
Aquella bestia tenía una inteligencia fuera de lo normal, pues<br />
esperó estar a solas con quien creía comandaba la nave de intrusos para<br />
darle un tratamiento especial. Del barco vikingo solo quedaba un trozo<br />
del suelo, formado a base de listones de madera, justo el que sostenía<br />
aún, y de milagro, el timón, con Ragnar pegado como una lapa. El<br />
gigantesco pulpo alzó al humano con uno de sus largos tentáculos,<br />
acercándolo a sus ojos, casi ciegos. Tras observarlo con detenimiento,<br />
quizá valorando la calidad de su alimento, se lo introdujo en la boca y,<br />
todavía vivo, se lo tragó sin masticar. Ese fue el fin de uno de los<br />
mayores jefes vikingos daneses de la historia.<br />
Desde el Monte del Cabo de Finisterre, Décimo Junio Bruto había<br />
sido testigo de la catástrofe sufrida por los que ni siquiera llegaron a ser<br />
sus enemigos, pues la naturaleza y los dioses hicieron bien su trabajo.<br />
Alberto Casado Alonso (Trujillo, Perú)<br />
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