Marzo Nº 112 - Biblioteca Virtual El Dorado

djez kil6metros. Dd otro l,~do, sólo centenares de hectáreas
cuadradas de montañas vírgenes se extendian a sus ojos.
Pas:.ban meses y la pareja solitaria se familiarizaba con
I,~ vida de aquellas regiones, defendiéndose de las fieras y
practicando la cacería, La ocupación principal de estos señores
es algo que nunca se llegó a conocer con certeza, pero según
algunas referencias de personas que los conocieron v trataron,
lo más probable es que se dedic~~ban a la prospecci6n minera.
Diremos, sin embargo, que de vez en cuando utilzaban los
servicios de los agricultores de Guánlco, a quienes pagaban
muy bien su trabajo en las faenas agrícolas, Los campesinos
identificabr.n a estos personajes aventureros con los nombres
de "el gringo y su mujer", y fueron testigos de sus constantes
exploraciones por las costas peninsulares y por la intrincada
y peligrosa montaña.
Sus recorridos a Guánico 10 hacían por la costa, desviándose
en ocasiones hac;a el monte, cuando los profundos acan~
tilados de la costa les impedían pasar, En esta costa hay partes
en donde las estribaciones de la cordillera descienden
~Lbruptamente hastr. el océano, internándose bajo el agua mar
adent.ro, donde algunos de estos promontorios rocallosos han
sido la causa de desastres marítimos como el hundimiento de
los barcos Taboga, El Canajagua, etc,
En L~s primeras horas de una invernal noche oscura, en
donde ni siquiera titilaba la luz de una luciérnaga o el :resplandor
de los astros en el firmamento, dispusieron los personajes
de: nuestro cuento, realizar un viaje por la costa, hasta
llegar ~~ Guánico. Posiblemente irían a ofrecerle trabajo a los
peones de ese caserío. A lo largo de la amplia playa marchaba
la inseparable pareja de aventureros norteamericanos. El rumor
del mr.r era su música de amor. La silueta casi imperceptible
de la montaña, era una trampa traidora, Eran aquellas
noch(~s en que el tigre hambriento y feroz rugía con ímpetu
desde las húmedas laderas, Eran las noches en que docenas
de tortugas enormes paseaban sus conchas de carey por las
arenas tibias para poner sus huevos, Esto tal ve;/ lo notaban
los nocturnos caminantes con incipiente curiosidad, pues ya
estaban acost.umbrados a ello, Pero hubo un momento en que
algo les asombró enormemente: una extraña luz que procedía
de alta mar. Venía hacia la cosÜ~, no cabía duda. Era t.an
clara que parecía una estrella flotante y la vieron acercarse
lentamente. Coruscaba entonces la empuma del mar al reventar
en los riscos: centelleaban los adarces con reflejos metálicos
y destellos de carey poblaban las arenas. Poco a poco
el extraño cuerpo lvminoso ~e perdió entre el laberinto de
callejones rocallosos de la costa, Marcké y su mujer, vale-
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