Libro_Violencia_vs_mujeres_EdoMex_Feminicidio_Nadia_Mucino
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Informe de Impacto Psicosocial del <strong>Feminicidio</strong> de<br />
<strong>Nadia</strong> Alejandra Muciño Márquez<br />
Entre los diversos autores que aclaran estas distinciones, Toledo (2009) es quien<br />
entrega una de las explicaciones más claras al advertir que la violencia basada en o<br />
por razones de género corresponde no sólo a la ejercida hacia las <strong>mujeres</strong>, sino también<br />
a la ejercida hacia los hombres y todos aquellos quienes poseen orientaciones<br />
o identidades de género distintas a las dominantes, es decir, lesbianas, gays, personas<br />
bisexuales, travestis, transexuales, transgéneros e intersexuales (LGBTTTI, por<br />
sus iniciales); en este sentido, la violencia de género incluye la violencia contra las<br />
<strong>mujeres</strong>, pero constituye una noción más amplia teóricamente. De la misma forma,<br />
hablar de “perspectiva de género” o se reduce solamente al estudio de los temas<br />
relativos a las <strong>mujeres</strong> (Scott, 1986, en Lamas, 1999).<br />
Esta comprensión más holistica del concepto de género, que deja atrás la limitación<br />
a los extremos de lo masculino y femenino, proviene de un debate que lleva<br />
desarrollándose por años en diversos espacios y surge, precisamente, de los<br />
movimientos feministas anglosajones de los años setenta del siglo pasado, que<br />
comenzaron a impulsar el uso de la categoría para diferenciarla de la noción de<br />
sexo que, en rigor, alude solamente a las características biológicas que posee<br />
cada persona a nivel cromosómico, gonadal, hormonal, anatómico y fisiológico<br />
(De Barbieri, 1996).<br />
El género, por su parte, es una construcción social y cultural, un conjunto de<br />
ideas, prácticas, discursos y representaciones que se han ido creando para explicar<br />
y significar lo que sería propio de “lo femenino” y “lo masculino” —así<br />
como lo que se encuentra por fuera de ambas categorías—, de ahí, entonces,<br />
que constituya un concepto con un profundo trasfondo político al momento que<br />
pretende distinguir que las diferentes características humanas, consideradas<br />
tradicionalmente como femeninas o masculinas, son adquiridas por las personas<br />
mediante un complejo proceso de aprendizaje individual y social y no como<br />
una derivación “natural” de su sexo (Lamas, 1999; 2000).<br />
La confusión —deliberada— entre estos conceptos ha llevado, según Bourdieu<br />
(2000, en Antillón, 2009), a una “construcción social arbitraria de lo biológico<br />
que proporciona un fundamento aparentemente natural a la visión androcéntrica”,<br />
desde esta construcción es que se han estructurado percepciones, imaginarios<br />
y organizaciones de la vida social que establecen roles rígidos para<br />
hombres y <strong>mujeres</strong>, niegan la existencia de otras identidades y naturalizan un<br />
control diferencial sobre los recursos materiales y simbólicos colocando, por<br />
ejemplo, todo lo considerado como femenino en una posición de inferioridad<br />
y justificando como normal la violencia ejercida sobre cualquier género que no<br />
represente la idea social hegemónica de lo masculino.<br />
CMDPDH<br />
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