Libro_Violencia_vs_mujeres_EdoMex_Feminicidio_Nadia_Mucino
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Informe de Impacto Psicosocial del <strong>Feminicidio</strong> de<br />
<strong>Nadia</strong> Alejandra Muciño Márquez<br />
Durante la década de 1970, por ejemplo, Ana Burgess y Lynda Holstrom estudiaron<br />
los efectos psicológicos de la violación y describieron lo que llamaron<br />
el “síndrome de víctima de violación”, notando que las <strong>mujeres</strong> experimentaban<br />
esta situación como un episodio que ponía en riesgo su vida, presentando<br />
miedo, hiperalerta, insomnio, pesadillas, náuseas, sensaciones de anestesia, etc.<br />
(Lescano, 2004).<br />
Estos y otros estudios impulsaron el surgimiento, en 1980, del diagnóstico de<br />
Trastorno de Estrés Post-Traumático (TEPT), vigente hasta hoy; este cuadro se<br />
caracteriza por la exposición, directa o indirecta, a un acontecimiento vivido<br />
como amenazante para la integridad física o la vida de la persona o la de los<br />
demás, generando respuestas angustiosas y síntomas como: la reexperimentación<br />
del acontecimiento traumático, evitación de estímulos asociados a éste<br />
y aumento en los niveles de activación de la persona, los que a su vez provocan<br />
un malestar clínico significativo o un deterioro social, laboral o de otras áreas<br />
importantes en la vida (American Psychiatric Association, 2002; Organización<br />
Mundial de la Salud, 2007).<br />
El TEPT, como nosología diagnóstica, responde efectivamente a la necesidad de<br />
establecer una noción teórica que permita determinar la existencia de una afectación<br />
en las personas que experimentan situaciones traumáticas como, por<br />
ejemplo, las distintas formas de violencia que se ejerce contra las <strong>mujeres</strong>; pese<br />
a esto, ha recibido también diversas críticas en la medida que alude a una entidad<br />
clínica más bien reduccionista que omite el carácter procesual e histórico<br />
del trauma e invisibiliza una serie de elementos importantes tanto en su origen<br />
como en sus consecuencias individuales y colectivas.<br />
Por un lado, el Trastorno de Estrés Post-Traumático otorga poca relevancia a los<br />
procesos sociales al no incorporarlos como factores constitutivos del trauma, poniendo<br />
mayor énfasis en la presencia o ausencia de síntomas unipersonales posteriores<br />
a los hechos traumáticos y homologando distintos tipos de eventos sin<br />
considerar sus diferencias contextuales. Por otro lado, en la medida que se configura<br />
como un diagnóstico, se enfoca esencialmente en su carácter psicopatológico,<br />
considerándolo como una condición anómala, nociva, ajena al individuo y, al mismo<br />
tiempo, ubicada únicamente al interior de su estructura psíquica sustrayendo, una<br />
vez más, al entorno social e institucional de la responsabilidad que les compete en<br />
la formación del padecimiento (Madariaga, 2002).<br />
Retomando a Freud (1917, en Antillón, 2009), es necesario entender aquí que<br />
los distintos eventos traumáticos se configuran como una serie de estimulaciones<br />
extraordinarias que rebasan las defensas del aparato anímico, las reaccio-<br />
CMDPDH<br />
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