Libro_Violencia_vs_mujeres_EdoMex_Feminicidio_Nadia_Mucino
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<strong>Violencia</strong> contra las Mujeres en el<br />
Estado de México<br />
las condiciones de amenaza presentes en el entorno; esta búsqueda, a su vez,<br />
se configura como un recurso que forma parte de los intentos que emprende<br />
el aparato psíquico para elaborar los eventos traumáticos vividos y restablecer<br />
el equilibrio en sus diferentes sistemas de funcionamiento, usando tanto la experiencia<br />
directa de la persona y sus conceptos tradicionales como elementos<br />
presentes en su cultura, aspectos ideológicos, religiosos, etc. (Beristain, 2010).<br />
Entre los distintos elementos que ayudan en este dotar de sentido los hechos<br />
traumáticos y/o la vida posterior a éstos, uno de los más relevantes lo conforma<br />
el apoyo social, que consiste no tanto en tener una red objetiva de relaciones<br />
sociales o personas —incluso no basta con la pura presencia de ayuda profesional<br />
(abogado/as, psicólogo/as, comisiones de investigación o programas de<br />
apoyo)—, sino que apunta a que éstas sean realmente funcionales y percibidas<br />
por la persona como una fuente de confianza, apoyo y comprensión. Contar con<br />
estos soportes desde la familia, la comunidad y las instituciones brinda a las<br />
personas —en este caso, a las <strong>mujeres</strong> que viven distintos tipos de violencia—,<br />
la posibilidad de tener espacios para compartir las experiencias vividas, contribuyendo<br />
a validarlas, reconocerlas y entenderlas en su contexto, desprivatizando<br />
su afectación y permitiendo el desarrollo de nuevas y mejores estrategias de<br />
afrontamiento, tanto en el ámbito individual como colectivo (Beristain, 2010).<br />
Finalmente y vinculado a lo anterior, dentro de los contextos que involucran<br />
violaciones a los derechos humanos, situaciones de desigualdad, ilegalidad, etc.,<br />
la búsqueda individual y colectiva de justicia ha tendido a configurarse como<br />
una forma de afrontamiento sumamente significativa en la medida que permite,<br />
además de dar sentido al dolor experimentado, el retomar el control de la<br />
propia vida y asumir papeles más activos frente a la construcción de una sociedad<br />
más democrática y respetuosa de los derechos humanos, aun en contextos<br />
donde las experiencias traumáticas están llenas de “sinsentidos” y el desgaste<br />
generado por la normalización, el desinterés, etc., sirven de mecanismos para<br />
perpetuar la violencia y la impunidad (Antillón, 2009).<br />
A través de las diversas iniciativas para exigir justicia generadas por las mismas<br />
personas afectadas por situaciones extremas, no sólo se adquieren nuevas<br />
capacidades para lidiar con las instituciones y se despliega una serie de procesos<br />
organizativos y redes de apoyo mutuo, sino que, en el caso particular de<br />
las <strong>mujeres</strong>, esta lucha ha permitido generar un cambio en las construcciones<br />
socioculturales respecto a los roles de género tradicionales, cuestionando y desafiando<br />
al orden patriarcal imperante al colocar a las <strong>mujeres</strong> en un papel más<br />
protagonista dentro del espacio público.<br />
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