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Capítulo 9<br />
Informe Europeo sobre el Desarrollo de 2009<br />
tecnologías, inicien actividades empresariales, dirijan y gestionen los sistemas sanitarios, y planifiquen las economías<br />
nacionales. A pesar del importante porcentaje de los presupuestos gubernamentales destinado a la educación, los logros en<br />
este campo siguen siendo escasos en muchos países africanos. En 2000, último año sobre el que existen datos internacionales<br />
bastante completos, 14 el número de ghaneses con estudios terciarios era aproximadamente 81 000 (en un país con más de<br />
20 millones de habitantes). Para situar esta cifra en contexto, el número de matriculados en la Universidad de Nueva York<br />
(donde yo imparto clases, y que sólo es una de las muchas que existen en este Estado) asciende a aproximadamente la mitad.<br />
Muchos otros países africanos presentan cifras igualmente bajas: 124 000 en Kenia, o 63 000 en Uganda. En numerosos países<br />
africanos, el porcentaje del grupo de edad en cuestión con estudios superiores está entre el 3% y el 5%: muy por debajo<br />
de los niveles internacionales, ya que esta cifra está alrededor del 70% en la República de Corea, Singapur y otros países.<br />
La situación de los médicos también supone un jarro de agua fría. En 2004, el número oficial de facultativos en Ghana era<br />
1860: casi igual a la cantidad de matriculados en la facultad de medicina de la Universidad de Nueva York en la actualidad. Esta<br />
cifra supone un ratio de 11 200 pacientes por facultativo. En Malawi se registraron 124 médicos en 2004, con un alarmante<br />
ratio de 88 000 pacientes por facultativo. Estos ratios en Occidente oscilan entre los 227 pacientes por médico de Italia y los<br />
476 pacientes por facultativo de Reino Unido.<br />
A pesar de que, desde su independencia a principios de los sesenta, los países subsaharianos han experimentado un enorme<br />
progreso en capital humano, deben avanzar mucho más. No obstante, en cuanto se menciona el tema de la acumulación<br />
de competencias en África, el debate desemboca casi siempre en la fuga de cerebros, que se utiliza como argumento para<br />
restringir la ayuda externa a la educación superior en el continente y la salida de personal cualificado hacia Occidente. Se<br />
trata de un error. La medición de la fuga de cerebros y sus datos presenta matices. Se trata de un campo en el que la Unión<br />
Europea podría asumir el liderazgo en iniciativas que supondrían un gran beneficio para África subsahariana, y para los<br />
países europeos también.<br />
El porcentaje de africanos con estudios superiores que viven en el extranjero es elevado: el 52% en el caso de Sierra Leona,<br />
el 46% en el de Ghana, el 44% en el de Kenia y el 35% en el de Uganda. No obstante, la fuga de cerebros registrada tiene<br />
una serie de matices que es preciso reconocer. En primer lugar, la fuga de cerebros es una instantánea de las competencias<br />
en distintas zonas geográficas en un momento determinado. Muchos de los que en la actualidad gestionan los hospitales,<br />
ministerios y otras instituciones africanas son personas que se formaron en el extranjero y después volvieron a su país más<br />
cualificados. Estos particulares figuraron en su momento en las estadísticas sobre la fuga de cerebros. Las competencias de<br />
las personas que regresan después de haber recibido formación son de vital importancia para el <strong>desarrollo</strong> nacional de su<br />
país de origen. Las cifras evidencian índices de regreso bastante altos una vez concluidos los estudios, por lo que se trata<br />
más bien de una circulación de cerebros y no de una fuga.<br />
Los últimos estudios también señalan la importancia de las remesas enviadas por los trabajadores en el extranjero para la<br />
economía de sus países de origen. Easterly y Nyarko (2009) han intentado cuantificar las ventajas e inconvenientes de la<br />
fuga de cerebros, considerando las remeses y las competencias de los que regresan como elementos positivos. Este estudio<br />
demuestra la importancia de la circulación de cerebros para los países remitentes.<br />
Otras investigaciones han demostrado un importante efecto de aliciente para la fuga de cerebros. La posibilidad de dejar<br />
las economías locales para seguir formándose en el extranjero o ganar un salario más elevado aumenta el deseo de adquirir<br />
una educación superior, y esto puede a su vez aumentar los niveles de educación en la economía local, incluso después de<br />
que algunos se hayan marchado. Y aún en el hipotético caso de que todos los médicos ghaneses y malauíes que viven en<br />
el extranjero regresaran a su país de origen, los ratios de pacientes por médico seguirían estando muy por debajo de los<br />
niveles internacionales. En definitiva, lo que se necesita es un aumento masivo de los niveles de cualificación: niveles de<br />
matriculación 10 o más veces superiores.<br />
De este análisis se pueden extraer varias recomendaciones:<br />
• Creación de una tarjeta azul europea de características similares a la tarjeta verde estadounidense. Varias propuestas<br />
de tarjeta azul europea facilitarían la inmigración a Europa para adquirir competencias, aumentando el bienestar de<br />
los emigrantes y las remesas a los miembros de sus familias. Muchos acabarían volviendo a su país de origen más<br />
cualificados. También se debería fomentar el regreso de los trabajadores y profesionales cualificados a su país de<br />
procedencia (con períodos “sabáticos” flexibles para los titulares de la tarjeta). En lo que respecta a la competencia<br />
global por la cualificación, el establecimiento de un sistema de tarjeta azul europea permitiría a Europa competir de<br />
forma más eficaz con Estados Unidos y su tarjeta verde, y atraer a las personas más capacitadas. Con un buen diseño,<br />
el sistema beneficiaría a África Subsahariana y a la UE.<br />
14<br />
Docquier y Marfouk, 2005.<br />
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