You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
EL LIBRO MÁS TRISTE DEL MUNDO<br />
La cena se realizaría en el patio y para ello habían<br />
puesto una mesa larga que Debiee le prestó a mi<br />
madre. La vistieron con dos manteles azules y cuando<br />
salí a estirar un poco los pies y a coger aire en la<br />
cabeza para que se me secara el pelo recién lavado<br />
con agua de lluvia, Nati, mi hermana, y la cossa nostra<br />
colocaban los platos y bandejas mejor surtidos que<br />
he visto en la vida. Sin dudas mi abuelo ya había comenzado<br />
a prestar su ayuda porque muchos de los<br />
alimentos que devoraríamos esa noche solo podían<br />
encontrarse en las tiendas de dólares.<br />
No <strong>más</strong> me vieron los dos dejaron lo que estaban<br />
haciendo y se me acercaron. ¿Qué decidió el viejo?<br />
preguntaron a dúo. ¿A cuál de los dos se lleva?<br />
No me ha dicho nada, dije, hay que esperar a que él<br />
hable.<br />
Los dejé con la boca abierta y me fui hasta la<br />
sala donde mi abuelo se despedía de Sidartha. Toqué<br />
con la contraseña que habíamos acordado de antemano<br />
entre los tres para saber que éramos nosotros y<br />
cuando entré mi abuelo le pasó pestillo a la puerta.<br />
Cuando me acerqué al sillón Sidartha tenía una<br />
sonrisa <strong>triste</strong> en los labios. Miré hacia la pared y pude<br />
leer:<br />
Váyanse sin mirar atrás. Yo estaré bien. Solo le<br />
ruego a Dios que me mande el descanso lo <strong>más</strong><br />
rápidamente posible, cosa que no será muy difícil<br />
porque para decir la verdad estabas al morirte<br />
Luquitas, tu cuerpo estaba <strong>más</strong> enfermo de lo<br />
91