Modelo Ecológico para una Vida Libre de ... - Vida sin Violencia
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II.3. El enfoque <strong>de</strong> Ciuda<strong>de</strong>s Seguras y la VBG<br />
Es cierto que la violencia callejera afecta principalmente a los hombres y que es<br />
perpetrada, en gran medida, por éstos. No obstante, es claro que son las mujeres<br />
quienes perciben mayor temor a ser violentadas en las calles <strong>de</strong> las ciuda<strong>de</strong>s<br />
latinoamericanas (Falú, 2009: 15). Son ellas, también, las que ven más restringidas<br />
sus vidas por la inseguridad, ya que ésta afecta su capacidad <strong>de</strong> movimiento, <strong>de</strong><br />
tránsito, <strong>de</strong> trabajo, <strong>de</strong> apropiación y disfrute <strong>de</strong> los espacios públicos.<br />
En consecuencia, la vida cotidiana en las ciuda<strong>de</strong>s no es igual <strong>para</strong> las mujeres que<br />
<strong>para</strong> los hombres, ya que <strong>una</strong>s y otros hacen usos sociales diferenciados <strong>de</strong>l espacio<br />
urbano. Estos usos –marcados y normados por el género– fortalecen, por lo general,<br />
la <strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> las mujeres, en tanto restringen sus posibilida<strong>de</strong>s <strong>para</strong> ganar un<br />
ingreso y, con ello, alcanzar un cierto nivel <strong>de</strong> autonomía, a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> <strong>de</strong>bilitar el<br />
ejercicio <strong>de</strong> su ciudadanía y participación política.<br />
Des<strong>de</strong> la perspectiva <strong>de</strong>l género, el enfoque <strong>de</strong> Ciuda<strong>de</strong>s Seguras sale al paso <strong>de</strong> dos<br />
prejuicios extendidos. El primero es la i<strong>de</strong>a, comúnmente extendida, <strong>de</strong> que los<br />
riesgos <strong>de</strong> VBG en los espacios públicos recaen, sobre todo, en cierto tipo <strong>de</strong> mujeres<br />
–prostitutas o mujeres liberales–. Contrario a esta creencia, el abanico <strong>de</strong> prácticas<br />
violentas que experimentan las mujeres en las calles va <strong>de</strong>s<strong>de</strong> gestos, agresiones<br />
verbales, comportamientos corporales invasivos a su intimidad, tocamientos, hasta<br />
acoso sexual y violencia feminicida. Con todo, alg<strong>una</strong>s <strong>de</strong> estas formas <strong>de</strong> violencia no<br />
son consi<strong>de</strong>radas <strong>de</strong>lictivas o suelen ser invisibles <strong>para</strong> el conjunto social por la<br />
costumbre y la larga trayectoria histórica y cultural <strong>de</strong> las mismas. Como resultado, se<br />
relativiza su daño y las graves consecuencias que tienen <strong>para</strong> el sexo femenino.<br />
De esta variedad <strong>de</strong> formas <strong>de</strong>riva el temor <strong>de</strong> las mujeres que se manifiesta a la hora<br />
<strong>de</strong> abordar el transporte público; en la <strong>de</strong>terminación <strong>de</strong> los horarios <strong>para</strong> salir; en la<br />
elección <strong>de</strong> los espacios públicos en que pue<strong>de</strong>n transitar y recrearse; en sus niveles<br />
<strong>de</strong> participación comunitaria y ciudadana; y en los ambientes laborales en que se<br />
<strong>de</strong>sarrollan.<br />
Sin embargo, cuando se analiza la violencia urbana <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la experiencia <strong>de</strong> la VBG,<br />
se observa que –igual que en la vida privada– en los espacios públicos también son<br />
los varones los principales agresores <strong>de</strong> las mujeres. De esta forma se constata que<br />
existe <strong>una</strong> especie <strong>de</strong> continuum entre la violencia que se vive en el espacio privado y