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exportado - Diseño Gráfico Ribeiro

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HumorTuristaspor DanielDella Costaen ayunasHoy cualquier tipo sabe que si en lavidriera de una tienda está escrito, conletras de catástrofe, SALE!, o FOR SALE!,no es que lo inviten a no ingresar alnegocio, sino que le están diciendo quese trata de la tan vieja como entrañableliquidación, pero en inglés. Del mismomodo, el ávido de mojitos, daiquiris y martinis, capta a laperfección que cuando en un boliche le están diciendo que detal a tal hora impera la “happy hour”, por cada dos tragos quese mande al buche pagará tan solo uno. Y así ocurre en otromontón de casos. Porque todos saben también de qué se tratacuando un hotel publicita fiestas en su “roof garden”; lo mismovale para las inmobiliarias que se dan dique presentándose comoagentes de “real estate”; para las concesionarias, que anuncian“cars”, pero que no son carros lo que venden; para los bolichesque ofrecen cosas “free”, que finalmente no son tan gratis comodicen, y para los “pet shop”, donde quien busca alimentobalanceado con sabor a huevas de esturión, que es el que leagrada a su minino, sabe que lo hallará sin lugar a dudas.Lo que ocurre es que el inglés se ha colado tanto en la parlapublicitaria como en la coloquial, porque se ha convertido en unasuerte de lenguaje universal que imponen Hollywood, las seriestelevisivas, los avances tecnológicos y el mismo peso de losEstados Unidos, como centro de los países del Primer Mundo.Ahora bien, si eso puede ser considerado como un disgusto porlos que aman el idioma de la Madre Patria, y así como ayerpretendían combatir las letras lunfardescas de los tangos hoypretenden hacer lo mismo con el spanglish, este mismo fenómeno,mirado desde un punto de vista estrictamente crematístico,es algo así como una bendición. Porque hoy, cuando el turismoextranjero es la gran industria sin chimeneas que derrama susbeneficios sobre el país, en buena hora existe este esperanto quele permite, lo mismo a un ruso que a un japonés, saber queleather es cuero o que beef es el incomparable bife de chorizo,ya que así se facilitan las transacciones. Es decir, lo que para eltango no tiene la menor importancia, ya que así se lo conoce entodos los idiomas del mundo; no alcanza aún –y esto hay quedeplorarlo- al budín de pan con dulce de leche, por lo quemuchos extranjeros se lo pierden; pero para casi todo lo demáses una suerte de bendición que invita a ser usada y aprovechada.Pero lo lamentable del caso es que como el turista no vienesolamente a llevarse un buen saco de cuero o a comerse un bifecon fritas, sino también a visitar lugares históricos y hacer paseospor calles y avenidas, los beneficios de este factor no tienen todala extensión que debería tener. Y a causa de ello el extranjeroque recala en estas playas, salvo que cuente con un buen guíao haya sido muy bien asesorado, corre el riesgo de perderse unmontón de cosas o de desconocer el sentido de otras. Y quecuando vuelva a Estocolmo, por ejemplo, o a Singapur, algúnvecino más avispado que ya ha estado acá lo sorprenda conun: “¿Pero cómo? ¿Estuviste en Plaza de Mayo y no lesacaste ni una foto al balcón de la Casa Rosada por el que seasomaban Perón y Evita?” O, “¿pero qué clase de otario sosque fuiste al Abasto y no visitaste la casa donde vivió CarlitosGardel, el Zorzal criollo?”Lo que pasa es que así como el comercio, por simple instinto deconservación y de lucro exprime las posibilidades que le da launiversalización del inglés, el Estado suele ignorarlas. Y así, lamayoría de las indicaciones de los puntos turísticos de BuenosAires están sólo en castellano y además casi todos ellos faltos dereferencias históricas colaterales. O sea del esclarecedor qué,cómo, dónde, cuándo y porqué de la tradicional pirámide que seenseña a los periodistas no bien ingresan a un curso de iniciaciónprofesional. Más aún, dado que por más que está muy extendidono todos los turistas hablan el idioma de Shakespeare –versiónlos Simpson- marcaría un nivel de excelencia en la atención delforáneo que nos visita, que las explicaciones se dieran tambiénen otros idiomas, como francés o alemán, de modo que nadiese perdiera las maravillas que encierra este terruño.Y que, de paso, aunque sea por esa atención que les concedeel país, se olviden de algunos malos ratos que puedan haberpasado entre nosotros. Como si recibió la ingrata visita de unpunga, lo trampearon al darle un vuelto, lo agarró un piquetesubido a un taxi en la 9 de Julio o se comió un garrón esperandoun vuelo en el Aeroparque que salió dos días después.118 septiembre-octubre de 2007

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