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exportado - Diseño Gráfico Ribeiro

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fesional. En fútbol, salvo una situaciónexcepcional, es imposible jugar al fútbolcon Maradona en la Bombonera, o conFrancéscoli en el Monumental. Tampocoen tenis se pueden intercambiar raquetazoscon Roger Federer en el court centralde Wimbledon. En cambio, los sponsorsque patrocinan los distintos torneos y a losdiversos jugadores profesionales, invitan asus principales clientes golfistas a jugarcon esos profesionales el día previo oposterior a los torneos más importantes. Ycualquiera puede hacerlo sin problemas.Pero además, la gran ventaja del golf, parael marketing, es que “segmenta” automáticamente.Por los costos asociados, porsu origen, por la forma en que se juega ydesarrolla, es un deporte de clase media, yclase media alta. En general, de gente dealto poder adquisitivo individual, o ejecutivosde empresas que utilizan el golf comomedio importante de relaciones públicas yde contacto. Una buena excusa para compartir,caminando o en un coche eléctrico,cuatro horas con alguien a quien se quiereconocer o contactar comercialmente.(Aunque, por supuesto, lo más divertidoes jugarlo con los amigos y las apuestas delfin de semana). Esta segmentación genera,además, un buen “target” para promocionarmarcas de automóviles de lujo,relojes caros, fondos de inversión, condominioso vacaciones a lugares exóticos.Entre ellos la Argentina, precisamente,que con 275 campos en todo el pais se haconvertido en un paraíso golfístico para elturismo receptivo.Un negocio sin techoPero las nuevas tecnologías y el marketinghan convertido al golf en un negocio en símismo. Los modelos de palos de golf ypelotitas cambian y se suceden, no ya portemporada, sino casi semestralmente. Lasgrandes marcas del deporte mundial hancomprado o se han asociado con distintasfábricas tradicionales de equipamientogolfístico y han desplazado a los productorestradicionales de este deporte. Sóloalgunos empresarios individuales o marcasmuy tradicionales han podido sobreviviry enfrentar con cierto éxito a los Nikey los Addidas.Una de las leyendas producto de la Reagonomicsha sido Ely Callaway. Un nombrevinculado a la industria del vino californianoque, al vender su empresa, se introdujoen el nuevo negocio del golf. RelacionadoEnriqueSzewachcon la ya mencionada industria militar dela costa oeste norteamericana, Callawayinauguró la era de los palos “fáciles” deusar, de alta tecnología y se convirtió en elnúmero uno de una industria que hoy, sóloen palos y pelotitas de golf, alcanza ventasglobales de más de 6.000 millones dedólares. Sin contar, la ropa, el calzado, losaccesorios, bolsas, guantes y un montónde “juguetes de entrenamiento”, “videos”,academias, lecciones particulares, etc. etc.Y allí está, en todo caso, la fascinación deldeporte y el tamaño del negocio.Un deporte de alta dificultad, en especialpara quienes lo aprenden “de grandes”,pero, por todo lo comentado, de altaatracción para la fantasía de los adultosque lo juegan como niños. (Insisto coneste punto, ¿Quién no soñó jugar algunavez en el Monumental, siendo hincha deRiver, junto a sus ídolos o en la Bombonera,en la vereda de enfrente? En el golf, sepuede jugar junto al Pato Cabrera, o elPigu Romero o, con los contactos adecuados,hasta con Tiger Woods.). Hablandode Tiger: Al estilo de “Charly y la fábricade Chocolate”, en su última promoción depelotitas de golf en el verano estadounidense,Nike colocó dentro de sus cajas depelotas 1000 números para un sorteo quepermitía al ganador jugar una ronda degolf junto con su jugador estrella, precisamenteTiger.Un párrafo aparte para lo que Woods hasignificado para la explosión comercial delgolf. Que un joven norteamericano, negro,hijo de un teniente veterano de Vietnamy con madre asiática, se haya convertidoen el golfista más importante de losúltimos tiempos y, sin duda, en elmás rico de la historia, con másde 1000 millones de dólares ganadosen su década de carrerahasta ahora, es lo más cercano al“sueño americano” que un deporteelitista como el golf podíabrindar. Téngase en cuenta queen Estados Unidos, en la mayoríade los campos de golf, los aficionadosno juegan con “caddies”sino en carritos eléctricos, ya quelas canchas son largas, y hay querecorrerlas de la forma más rápidaposible para maximizar la cantidadde jugadores que puedenjugar por día, recaudar más yamortizar las inversiones.Es por ello que la historia de unCabrera o un Andrés Romero, deorígenes humildes, aprendiendo a jugar algolf con palos prestados por los socios deun club de golf donde se ganaban unospesos como caddies para convivir, comopodían, con la pobreza de su “destinolatinoamericano”, en Córdoba o en Tucumán,es una historia que, raramente, sepueda escribir en el opulento golf estadounidense.Que cuenta, sin embargo, conexcelentes y accesibles, en materia deprecios, canchas públicas.Y hablando de golfistas argentinos. ¿Quétamaño tiene el negocio en nuestro país?.Obviamente, como en casi todos los casos,no hay información estadística adecuada.Lo que se sabe es que el líder delmercado, en general negocios familiares oindividuales, vende en torno a los 80.000dólares por mes y que un negocio promediovende unos 25.000 o 30.000 dólaresen el mismo período. A estos negocios“formales” les compiten, además, “importadores”individuales y las grandes tiendasde Miami que, como en otros rubros,ofrecen “misteriosamente” un serviciopuerta a puerta con algún sobrecosto.Y bueno, todo sea, por tener el últimogrito de la moda tecnológica, en materiade palos. La pelotita que promete ganaralgunos metros, o pegar derecho o con elefecto buscado. La misma ropa y losmismos zapatos que Tiger. E imaginarselo imposible: que, por fin, esa malditapelotita irá alguna vez, de la manera quequeremos, y con la menor cantidad degolpes, al lugar que esperamos.* El autor es economista, periodista y jugadorde golf.72 septiembre-octubre de 2007

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