la idea de derecho sería solidaria al pensamiento mismo sobre elser, y preexistente a la separación entre ser y deber ser, aunque,insisto, es inocua, cosa que no sucede con el concepto de derechos<strong>humanos</strong> que, pese a todas los malabarismos conceptualespara sostener el innecesario maridaje derecho-humano, tiene unafunción instrumental y económica en el sostenimiento de las relacionesde poder en los últimos dos siglos y medio.sabemos que los ingleses lo utilizaban desde finales de la EdadMedia casi en el mismo sentido que lo usamos ahora, y Hobbeslo menciona constantemente a lo largo del Leviatán sin preguntarsetanto sobre su esencia, sino más bien cayendo en la trampade la ambigüedad a que da lugar. Al inicio del capítulo xiv de laparte primera escribe: “The right of nature, which writers commonlycall jus naturale, is the liberty each man hath, to use hisown power as he will himself [...]”. El ius se ha transformadoen derecho, y el derecho es, al mismo tiempo, libertad.podemos agregar un poco a esta confusión si aseveramos que unode los principales derechos del hombre es el derecho a la libertad,como comúnmente se asevera. La resultante es un absurdo.explosión de la palabra en miles de sentidos: el derecho es unafacultad, una potestad, es la libertad, la justicia, un poder, undeber, una prerrogativa, es jurisdicción, autoridad, atribución,dominio, opción; es todo esto y, al mismo tiempo, se tiene derechoa todo ello. Toda persona tiene derecho a la cultura, a lavida, a la propiedad, a la identidad, a la nacionalidad, al trabajo,a la educación, a la libre sexualidad, a la no discriminación, a lavivienda, a la ecología; hay derechos <strong>humanos</strong> de los niños, delos jóvenes, de los adultos mayores. Hay derechos <strong>humanos</strong> delos migrantes –no a migrar en busca de alimentos, trabajo ylo que eso implica: la vida–, pero sí a que se les respeten todoslos demás derechos <strong>humanos</strong> inherentes a la persona, curiosaconstrucción que desvela ligeramente lo que se oculta detrásde la idea. Se tiene también el derecho a quejarse cuando nose respetaron los de una persona, en fin, todo un catálogo dederechos del individuo que evidentemente no se agota aquí;tiene derecho, además, a que el Estado proteja y no sólo losreconozca. Ya antes el Estado ha afirmado toda una serie denormas para garantizar al individuo su seguridad: éstas tambiénson derechos. En este sentido, el derecho se traduce como una“obligación” del otro a respetar ciertas áreas de actividad o atributosde mi persona. Insuficiente para algunos, inaceptable paraotros, traducir mi derecho por la obligación del otro no agotaFOLIOS
su sentido, porque los derechos son algo que posee el hombreindependientemente del resto.pero el derecho es sólo un aspecto del asunto y, por derivación, lorecto. Habría entonces que empeñarse en un trabajo genealógicopara saber cómo, a partir de una noción de lugar, se pasa a unenunciado moral a través del concepto de ley y de ordenamientojurídico. ¿Cuáles son las condiciones para que un adverbiode lugar se convierta en sustantivo?, y sobre todo esto, flota lapregunta sobre la finalidad. Aunque es posible que sea uno deesos casos en los que, por azar, el término sufrió un proceso deasociación, aunque no sucede lo mismo con su instrumentalización.Los derechos <strong>humanos</strong> como InstrumentoFOLIOSaunque, como se dijo líneas arriba, la palabra derecho, en el sentidode los derechos <strong>humanos</strong>, no tiene un significado, o mejor dicho,significa tantas cosas que termina por no significar ninguna,parece de suyo que hay una comprensión dada por el sentidocomún, que todos, cuando oímos la palabra, entendemos lo quese expresa y asentimos o negamos con plena conciencia; entonces,la respuesta a la pregunta sobre qué haría un migrante o unniño explotado por hambre, laboral o sexualmente, con un derechohumano, pareciera que no debería tener ninguna complicación,sin embargo, ¿significa acaso que el migrante va a cruzar lafrontera con la autorización de los propietarios, los cuales tienenderecho sobre sus tierras, o que los niños van a recibir comida yeducación, y que no van a ser abusados en ningún sentido? ¿Porqué, pese a todo un discurso que parte de la Declaración de los<strong>Derechos</strong> del Hombre, hace ya más de doscientos años –pasandopor los derechos sociales y de las minorías hasta nuestros días–,las historias se repiten, y retornan una y otra vez?será acaso la expresión de un deseo, curiosamente motivado eimpulsado por los países que han dejado sobre casi todo el planetasu huella de destrucción y muerte, humana y ecológica. Peroeste deseo ha devenido en imposición e institucionalidad. En elprimer caso, como presupuesto para otorgar créditos –el otorgarloso no es su derecho– y ayuda a los países del tercer mundoque tienen derecho al desarrollo; en el segundo, la instalación decostosas comisiones que tienen la finalidad de calificar el trabajode los gobiernos y, en su caso, efectuar recomendaciones o actosa enmendar discrecionalmente por la autoridad interpelada,
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