”Plegaria”, 1982, técnica mixta sobre tela, 228.6x121.92 cm.
La cLasepoLítica tapatía *JuAN JOSé DOñÁNFOLIOSdesde su antepenúltima edición, el diccionario canónico de lengua española haampliado el concepto de fuerzas vivas con una segunda acepción bastanteesclarecedora: “Personas o clases representativas de una ciudad, región,país, etc., por su autoridad o por su influencia social”. En la capital de Jalisco,como en cualquier otra ciudad del orbe hispánico y aun más allá de éste,esos individuos y agrupaciones influyentes se encuentran repartidos entre lajerarquía católica, el empresariado local y, por supuesto, también entre laclase política de la comarca y de la cual, en el caso específico de Guadalajara,no se debe excluir a los mandos de la universidad pública, ya que históricamentetales mandos han mantenido un desmesurado activismo político, quehabitualmente va mucho más allá del campus universitario, sobrepasando deforma amplia el desplegado por sus pares de otras entidades del país. Desdetiempos lejanos, agrupaciones y partidos políticos, cúpulas de la industria yel comercio, líderes y organizaciones gremiales, dirigentes universitarios, asícomo representantes de la siempre poderosa arquidiócesis tapatía han estadoal frente –aunque no pocas veces también enfrentados entre sí– de las elitessociales de Guadalajara, influyendo y encauzando, o tratando de encauzar, elrumbo no sólo de la ciudad sino de todo Jalisco y, en buena medida, tambiénel derrotero de la amplia zona de influencia de esta entidad.pero paradójicamente, a nivel nacional y durante los casi dos siglos de vidaindependiente, el papel de la clase política de Jalisco ha sido, en muchossentidos, poco relevante. Para empezar, ninguno de los tres jaliscienses quehasta ahora han ocupado transitoriamente la presidencia de México lo ha hechopor la vía electoral, sino en funciones de suplencia y, en un caso específico,en condiciones francamente ignominiosas, como que fue producto de ungolpe de Estado. El primer hijo de Jalisco que pudo llegar al más alto cargode la nación fue Valentín Gómez Farías, quien de manera interina ocupó laPresidencia de la República durante cinco breves lapsos –ninguno sobrepasólos cinco meses–, a raíz de que el titular del Poder Ejecutivo Federal (elgeneral Antonio López de Santa Anna) andaba ocupado en tareas militares.El segundo de ellos fue el abogado tapatío José Justo Corro, a quien le correspondióel papel de ser suplente del suplente, pues entre el 27 de febrerode 1836 y el 19 de abril de 1837 llegó a ser presidente sustituto de México,* Fragmento del libro ¡Ai pinchemente! Para un retrato de los tapatíos, de próxima aparición en Editorial Almuzara,en Sevilla, España.Periodista y ensayista. Colaborador en la revista Letras Libres y en diversos medios de prestigio en el país.
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