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Derechos humanos: Debates contemporáneos - Instituto Electoral y ...

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FOLIOSotra prueba de que la clase política de jalisco no se ha modernizado puede verseen el hecho de que los diferentes actores que buscan el poder (preferentemente lospartidos) siguen viendo en los cargos públicos un panal de rica miel o un botín aconquistar para luego ser repartido entre los suyos, antes que un medio para mejorarsu comunidad, mediante un trabajo profesional en las distintas instituciones ydependencias oficiales, lo que entre otras cosas significaría el establecimiento deun servicio civil de carrera y no la asignación improvisada de puestos públicos aaliados, amigos, favoritos, incondicionales, barraganas, compañeros de viaje, simpatizantes,aduladores y similares.con el reciente establecimiento de la normalidad democrática, en la vida públicade México y de Jalisco se ha presentado más de una paradoja. Es evidente que lasociedad está de acuerdo en que sea el voto ciudadano –y no la voluntad de ungran elector– el que decida qué partidos y candidatos han de llegar al poder y cuálesdeben marcharse, pero al mismo tiempo no ha ocultado su desencanto y, entreamplios círculos sociales, hasta su decepción con los no pocos abusos y la limitadacompetencia de los gobiernos surgidos de elecciones democráticas. En el casoparticular de Jalisco, la marca partidista de esos nuevos gobiernos se ha cifradopreferentemente en tres letras: pan. El estilo de gobernar de este partido, cuyaubicación en el espectro ideológico teóricamente estaría en el centro-derecha y encuya fundación fue determinante un ilustrado político jalisciense (Efraín GonzálezLuna), en la práctica ha estado mucho más cerca de las directrices de la jerarquíacatólica local que de los principios del Estado laico; amén de que, en cuanto aresultados, los gobiernos de extracción panista no han sido más satisfactorios, entérminos generales, que las administraciones de la etapa predemocrática.y esos resultados poco satisfactorios le han descubierto a buena parte de la ciudadaníajalisciense su patente ingenuidad política, al haber creído, por ejemplo,que con la sola alternancia gubernamental el estado de cosas mejoraría de manerasignificativa. En los comicios locales de 1995, cuando el pan arrolló al resto de lospartidos, comenzando por el pri, buena parte de los votantes estaba convencidade que lo peor que le podía pasar al estado era seguir siendo gobernando por elhasta entonces partido oficial. La realidad vino a demostrar no sólo que no hayorganización política que sea inmune a las pifias, la ineptitud, la corrupción y elabuso, sino que la capacidad de empeoramiento puede llegar a ser infinita, gobierneel partido que gobierne.con todo, los desencantos, decepciones y similares que han llegado con la normalizaciónde la vida democrática no han sido del todo estériles, pues la alternanciapolítica ha terminado enseñando también a los electores de Jalisco y de su capitalalgunas verdades elementales: la democracia no hace milagros y ni siquiera esgarantía de un buen gobierno; no habiendo muchas opciones para escoger, con losbueyes que hay (léase con la clase política realmente existente) hay que arar; lainsatisfacción con los gobernantes, por más democrático que haya sido su origen,no tiene por qué ser disimulada y mucho menos reprimida, sino que es precisohacerla pública, de la manera más abierta y razonada posible. Por la vía de la manifestacióncivil, la protesta pacífica y el reclamo ciudadano, la sociedad tapatíaha podido ganar ya algunas batallas significativas, consiguiendo varias veces quediversas autoridades enmienden decisiones tomadas ya sea por abusivas, desatinadaso arbitrarias.

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