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Críticas sobre música

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Roberto en Colón | 187retirarle su protección. No importa, murmuré para mí, ahoraaplaudiremos el dúo con Isabel; pero el incomparable artistapersistió en tratarnos con rigor, y no hubo dúo. ¡Habíamosherido su susceptibilidad! “Pero ante nuestra actitud sumisay arrepentida, dije a un amigo mio, no dude V. de su clemencia,espere el tercer acto para revelarse”.Vino el tercer acto con su terzetto para voces solas –bastantemaltrecho, sea dicho de paso–: el célebre tenor no se dejóoír. Es que se reserva para el célebre grito, la piedra de toque delos cantantes, que Tamagno lanzaba como un estallido de clarín:Dei cavalieri. No hubo cavalier ni cosa parecida: todo fuesuprimido por el airado tenor. En cuanto al cuadro fantásticoque sigue, el commendatore dejó caer unas cuantas palabras desorda condescendencia y su rigor se extendió hasta las pobresbailarinas, generalmente desairadas y tristes, pero tan condescendientes.No hubo poder humano: tanto que en el cuartoacto, cuando el imponderable cantante murmuró con su vozabdominal: no, no, etc., que es su parte más culminante enese dúo, nadie dudó ya de que esa enérgica negativa se dirigíaal desgraciado público. Por eso es que nadie se sorprendiócuando se alzó el telón y en el terrífico silencio de las grandescatástrofes, se presentó un tío correctamente vestido de sacogris y pantalón ídem y anunció lúgubremente que il signorcommendatore no se encontraba con disposición para cantar. Yel buen público porteño inclinó la cabeza ante la terrible sentencia:procuró el paraguas, miró al soslayo, salió ¡¡y no hubonada!! Lo único que me permitiré extrañar en ese desenlace esque el ilustre commendatore descienda de su dignidad hasta elpunto de mandar mensajes con un sirviente sin librea, puesno puedo creer que sea un alto empleado de la empresa, unrégisseur correcto el que se atreva a dirigirse al público selectode Buenos aires sin el traje y los saludos de rigor.

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