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Críticas sobre música

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Lohengrin | 261tetracordio psicológico. Bien comprendía el músico alemánque el metal de la historia era harto inflexible y denso parafundirse en la atmósfera musical, y tuvo que preferir la cerablanda y modelable de la leyenda. De suerte que, en el fondo,la cuestión teórica promovida por Wagner es la confesión máspotente de nuestra tesis, puesto que se formula así: el poemade la ópera debe adquirir importancia igual a la <strong>música</strong>; perodicho poema no ha de personificar sino seres legendarios y accioneselementales. La consecuencia inmediata que los músicosdisidentes tienen que sacar de la proposición wagneriana essu recíproca no menos exacta: cuando el poema sea históricoy real, la <strong>música</strong> hará abstracción de su significado dramáticoo narrativo para concentrarse en la expresión lírica de los sentimientoshumanos. Por eso en lo relativo al solo concepto dela ópera –sin referirme todavía a la realización armónica– novacilo en soltar esta información que probablemente me haríaapedrear en Bayreuth. Al paso que el compositor proscribíamás severamente la melodía suelta y el consorcio de las vocesen nombre de la verdad, el escenógrafo Wagner mostrábasemás exigente y minucioso en la realización material de sus fantásticasescenas. Con gastos enormes y dificultades inauditasarmaban el escenario aparatos y maquinarias de fantasmagoría,más dignas de una féerie que de un poema musical. Esta introduccióndel pesado realismo mecánico en la resurrección delas leyendas ha sido casi siempre desastroso [sic]. En el Anillodel Nibelungo por ejemplo, hay apariciones de dragones y serpientes,combates con monstruos de cuerda interior que arrancabancarcajadas. Recuerden mis lectores el pésimo efecto deese cisne de cartón que arrastra grotescamente una navecillade juguete, o esa paloma viva del último acto que ahuyentala emoción del espectador trayéndole recuerdos de prestidigitación.Si pedís atención y seriedad al público, si pretendéis

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