gravedad de la autoconstrucción del "yo", de la " persona". Un desplieguede sueños, fantasmas y síntomas testimoniarán y garantizaránnuestra vida, nuestra existencia y también nuestras enfermedades.El "yo" que adviene es esta construcción imaginaria del cuerpo,la prueba de nuestro deseo, que expresa nuestra falta en seraquello que no somos y no seremos jamás. Extraño fracaso sobreel que no dejamos de decidir. Sobre el yo se precipita la oscuridad,le salta encima como una pantera, diría Claudel.¿Alguien puede decir, en este tejido de disyunciones éticas,dónde el Bien y el Mal se interpenetran? ¿Quién es?Nuestras desventuras son ajenas a la racionalidad social. ¿Pero,qué sucede cuando una sociedad nos sustrae, nos expropia, loslugares y las prácticas a través de los que debemos construir nuestraparadójica identidad? ¿Cuál es el efecto cuando los gestos masvitales de nuestra experiencia no pueden socializarse o reclamarsu derecho de existencia ante "Otro"? ¿Qué resolución va probarun sujeto ante una sociedad en crisis, que no puede institucionalizar,historizar, sus disfuncionalidades, sus conflictos y que en sumanos enfrenta al espectáculo del derrumbe de una temporalidad,derrumbe que también determina el drama trágico de nuestrosproyectos y esperanzas? La respuesta es irrefutable: el sujetobordea la Psicosis. Ser pandillero es, en consecuencia, el síntomade una sociedad enferma.Este ícono, que surge en las sociedades en crisis, tiene la funciónde un modelo identificatorio que permite representar la ausenciade devenir y de certeza. De algún modo, el síntoma será lapuesta en sentido de los anhelos e ideales siempre fallidos de llegara Ser. Sin este sueño espurio y desesperado de los marginados,su subjetividad seria pura borradura o disolución.Esta realización imaginaria re-introduce el poder como objetode deseo. El poder siempre ha sido el signo que mediatiza la dialécticadel ser y el tener. Aquí, como en muchos otros casos, paraobtenerlo se gira en torno de la muerte y la trasgresión, se obtienenpequeñas cuotas de poder por fuera de la ley y el orden social.El poder es la prueba de que se ha dominado o sometido lo prohi-8 Mauro <strong>Cerbino</strong>
ido, como medio de sobrevivencia, se ha triunfado no solo sobrelas circunstancias sino sobre la anomia.Ser pandillero exigirá el Poder y el poder demandará un ser diferente.Un estilo de vida ¿un sueño? donde todo estará disuelto,al menos temporalmente: familia, trabajo, educación. Un nuevolenguaje cifra la diferencia y traiciona el decir común, el del buensentido, promulgando un código cerrado, hermético, pasaje de reconocimientoy referencia de sí mismos y necesariamente –juegode espejos— de exclusión del Otro. A través de este uso críptico dela lengua se ejercita desde el lado de las <strong>pandillas</strong> el conflicto deintegrar y excluir. Aprendizaje de un lenguaje que les informa quela sobrevivencia es enfrentamiento hostil con la autoridad: policías,jueces, políticos, periodistas. Enfrentamiento por sobretodocon la lengua sistemática, nutrida de logos, la máquina que organizael tejido social como un territorio que separa y excluye todoflujo extraño e inestable. La lengua establecida, la del día a día dela autoridad y el establecimiento.El destino de los pandilleros/as (su típico regreso a la "normalidad")plantea a las sociedades el dilema de cómo no excluir ni integrar.La politicidad del fenómeno pandillero es recogida por <strong>Cerbino</strong>como una demanda política, un camino de reconstrucción yresignificación de la polis a partir de la potencia innovadora de lasimágenes y los imaginarios lúdicos, renovadores, cuya expresiónhierve en los meandros discursivos de la vida en las <strong>pandillas</strong>.¿Cómo reconstruir la ciudadanía, el estatuto de pertenencia a unasociedad y la sociedad misma nutriéndola con estos nuevos códigos?Es éste el desafío que nos plantea el autor: cómo no perdemos,cómo no cerramos la puerta a un mundo que pugna por nacer todavez que los viejos códigos y normas han perdido el sentido y larazón social e histórica de ser.Osvaldo VintimillaQuito, Junio del 2003Pandillas Juveniles 9
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