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Excodra XXXVI: La tecnología

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cuerpo transgénero o el cuerpo transespecie… son todos pequeños retoños<br />

en estado larváreo en las manos de Merleau­Ponty. Y, si como ha<br />

dicho Jorge Fernández Gonzalo a propósito de Cronenberg, “el cuerpo<br />

pertenece a la ficción, a la construcción performativa, a sus discursos y<br />

prótesis tecnológicas”, 7 ese yo corpóreo adolece desde siempre un metamorfismo<br />

que trasciende sus meras funciones biológicas, sociales o de<br />

género. El acalorado debate entre “realistas” y “transhumanistas” es un<br />

falso debate porque se fundamenta, para los segundos, en la creencia<br />

arbitraria de un sentido del progreso y de un determinismo tecnológico<br />

atado a éste; y para los primeros, en una cuestión insoluble en torno a<br />

lo “natural” y lo “artificial”, lo “real” y lo “virtual”… Ya vivíamos de forma<br />

permanente, desde el principio y sin necesidad de ninguna quimera<br />

informática, en una fantasía virtual, y dentro de esa fantasía virtual<br />

también encontramos al cuerpo –pues no hay tanto una relación de reconocimiento<br />

con el cuerpo propio, sino una construcción psíquica,<br />

cuando no una imagen cultural y social, etc–. En este sentido, el cuerpo<br />

“prehistórico”, el cuerpo anterior a la fantasía virtual, anterior al sujeto<br />

y a la conciencia, constituye un límite opaco e irreflexivo (irréfléchi)<br />

que no se somete a las tentativas del intelecto para penetrarlo, para dominarlo<br />

y formatearlo. El cuerpo, ya sea orgánico o tecnológico, es un<br />

límite textual en donde el reino de las ideas pierde su centro. El “ser en<br />

el mundo” sería así una instancia mucho más ambigua y radical, pues<br />

ese ser­cuerpo en el que nos intuimos insertos no sólo actúa como un<br />

ser silencioso, como el silencioso Selbst del que hablaba Heidegger, sino<br />

bajo unas operaciones que son incalculables.<br />

<strong>La</strong> filosofía de Merleau­Ponty, a fin de cuentas, prescribe la necesidad<br />

del otro, o de lo otro, en el más amplio sentido del término: tanto<br />

como una condición necesaria para la existencia, tanto como un lazo<br />

ético­afectivo que nos circunda, tanto como un subtexto inerte (una<br />

“pasividad”, en los términos de Merleau­Ponty) que “estaba ahí” antes<br />

de nosotros. El otro no es imposible, precisamente, porque el yo no existe.<br />

Y a partir de este lugar, de esta “comunión” o “entrelazo” merlopontia­<br />

7Jorge Fernández Gonzalo; Políticas de la nueva carne: calas filosóficas en la filmografía de David Cronenberg<br />

(<strong>Excodra</strong> Editorial, Barcelona, 2016).<br />

<strong>Excodra</strong> <strong>XXXVI</strong> 28 <strong>La</strong> <strong>tecnología</strong>

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