Revista Central

PERFILES
¿Cómo es tu rutina en el restaurante?
Entramos temprano, antes de las 17, para limpiar
el salón. Todos entran temprano. Cada uno se
ocupa siempre de lo mismo, entonces si alguno
falta descarrilla el equipo. Por eso cada uno es
importante. A las 20 está todo listo para que
llegue la gente. Son muchas horas de trabajo
para muy pocas horas donde se ve el trabajo. Le
dedicamos mucho. Y todos respetan el trabajo
del otro.
¿Se puso de moda salir a probar y conocer
distintas opciones gastronómicas?
La gente sale más. Nosotros veíamos que había
lugares que recién abrían y les iba mejor que a
nosotros, sin perder tiempo. Pero creo que
cometimos muchos errores en los primeros
cinco años y de esos errores aprendimos.
¿Cuáles considerás que fueron esos errores?
Aceptar muchas cosas que la gente decía, tratar
de cambiar porque no trabajaba bien el restaurante.
La losofía siempre la tuvimos, pero yo
decía: "Basta, hagamos pasta, carne, pizza, pero
trabajemos".
Intentaron hacer algo diferente con un local en
Playa Grande…
Sí. Veía el lugar que estaba bueno, era en la playa
y nos daba la posibilidad de trabajar todo el año
con eventos, porque estábamos haciendo
muchos. El salón era grande, con buena vista.
Hubiese estado bueno eso. Nos fue mal por todo,
por el clima, porque no supimos llevarlo. El trato
de la gente también era otro.
¿Y no pensaron en armar una sucursal de
Sarasanegro en otro punto de la ciudad?
Tenemos muchos problemas con la mano de
obra. No acá (en el restaurante). Acá se mantiene
y siempre buscamos gente que no solo sepa
trabajar, sino que tenga calidad humana, que
cuando entrás te pongas contento de verlos. Ya
cuando ves que está serio o tiene cara de enojado,
no va. Los dos bacheros que tenemos vienen
de un programa que se llama Plan Desarrollo.
Son chicos de poca familia y mucha calle, pero
que para la vida que llevaron eligieron el trabajo.
Apoyamos a esa gente. Hay uno que lleva seis
años y nosotros le alquilábamos el departamento.
Ahora se paga el alquiler solo. Acá están
contenidos, les gusta venir. Actualmente, somos
14 trabajando en el restaurante.
Sugerencias
especiales
Fernanda contó una anécdota
con Eunsun Lee, una
clienta coreana a quien
conocen como Alicia, que les
enseñó su experiencia en la
cocina coreana. “Un día me
dijo: ‘Me encanta tu cocina,
pero te falta el kimchi’. Me
explicó qué era y lo hice. Se
prepara con todos productos
fermentados que son súper
buenos para el cuerpo. Pero
para hacerlo necesitás una
pasta fermentada de langostinos”,
explica.
Cuando se lo dio a probar a
Lee, la respuesta fue contundente:
"Esto no es kimchi".
Fernanda no se dio por
vencida. En lugar de dejarlo
de hacer, no dudó en invitarla
para que le enseñara cómo
se preparaba y así comenzaron
a explorar la comida
coreana.
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