La Sirena Varada: Año III, Número 15

Según recuerdo era una noche cálida,
estrellada y silenciosa.
Estaba sentado en la vieja silla que
en vida perteneció a padre, me sentía
cansado, así que bebí el último sorbo
de café sin mucho entusiasmo, dejé el
periódico sobre la mesa del comedor y
me fui a la cama.
Comenzaba a conciliar el sueño cuando
una voz dulce, tierna, cariñosa, amable
y sutil me dijo al oído: No te preocupes…
Y es desde entonces que no he
podido dormir bien una sola noche.
Cyrano de Hipo
—Que era muy malo se sabía con sólo
observarlo un momento. Sus ojos transmitían
odio en estado puro. Además,
como ella era tan delgadita y él tan corpulento,
aún daba más impresión. ¡Mira
que se veía venir! La ha matado, seguro,
y durante toda la semana se ha regocijado
con sus vísceras y su sangre.
—Pues daremos cuenta al juez y procederemos
a entrar —explicó el policía, solícito.
En ese preciso instante se abrió la
puerta del ascensor, dejando paso a
una bella mujer con un sombrero playero
en la mano. La seguía un fornido
bulldog francés de aspecto bonachón.
Albert Xurigué
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