La Sirena Varada: Año III, Número 15

pero mi corazón late rápido. Bajo la
mirada y la escondo en el lienzo. No logro
evitarlo, es un reflejo natural de mi
cuerpo. Al parecer Andrew está enamorado
de ella.
Vuelvo a casa temprano. Son apenas
las seis de la tarde y sólo vendí dos de
mis dibujos. Traje conmigo algo de comida,
así que ceno, me cepillo, me desnudo
enteramente y me meto bajo las sábanas.
Miro el techo, miro las manos de Andrew
una última vez y cierro los ojos.
Al abrir de nuevo los ojos ya es de
mañana, estoy en otro cuerpo. Miro
hacia abajo y veo mis pechos «hoy soy
una mujer». Corro las cortinas y la habitación
se ilumina. Es el cuarto de un
hotel. Miro mi reflejo en el tocador y detallo
mi rostro, sus rasgos. Soy la saxofonista.
Desde la ventana veo la fuente
en la que ayer me encontraba tocando
jazz. Me visto y bajo para dirigirme hasta
allí. Toco algunas canciones que por
algún motivo sé de memoria, y la gente
me aplaude. Andrew me mira entre la
multitud, me está dibujando. Acabo mi
interpretación y la gente pide una canción
más o tal vez dos. Me niego, ya es
tarde. Hago una reverencia y me despido
con un ademán. Guardo mi instrumento
y dejo en la orilla de la fuente, la
boquilla de mi saxofón. Andrew lo nota,
intenta hacérmelo saber, quiere llamar
mi atención; me grita, pero finjo no oírlo
mientras me pierdo en la multitud…
Buena suerte, Andrew.
45