La Sirena Varada: Año III, Número 15
El decimoquinto número de La sirena varada: Revista literaria
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Dejé mi departamento, empaqué<br />
mi ropa, mis papeles y mi cuadro<br />
favorito; en él se puede ver a un<br />
sujeto con una daga clavada en el abdomen,<br />
mientras sostiene en su mano<br />
una pistola. No me importa realmente<br />
su significado, fue un regalo de Javier,<br />
el otro hijo de mi madre.<br />
Siempre he sido un solitario, el único<br />
amigo que tenía era mi hermano, era<br />
mayor por cuatro minutos y todos solían<br />
decir que yo era un reflejo de él, cuando<br />
murió tuve que mudarme a su casa para<br />
hacerme cargo de la niña; a esta solo se le<br />
podía ver a través del reflejo en el espejo,<br />
así que, con nuestra amistad en común<br />
dentro de un ataúd y bajo tierra, la niña<br />
y yo nos volvimos buenos amigos. Javier<br />
no hablaba mucho de ella y el cuidarla al<br />
momento de su muerte fue mi decisión,<br />
creo que así lo habría querido.<br />
Para poder verla todo el tiempo llené<br />
las paredes de la casa con espejos de<br />
todas formas y tamaños, en la puerta<br />
principal coloqué uno enorme que la<br />
cubría casi por completo, dejando al<br />
mirador como la única parte de la puerta<br />
sin espejo, al final, pocos eran los<br />
rincones de la casa donde la niña podía<br />
estar sin que yo la percibiera. Dejé<br />
el cuarto de mi hermano tal y como lo<br />
dejó, sin espejos, la niña se refugiaba<br />
ahí las pocas veces que llegamos a enojarnos<br />
el uno con el otro.<br />
Nos divertíamos juntos, cuando llegaba<br />
del trabajo le platicaba mi día<br />
y jugábamos. Nuestro juego favorito<br />
era el de las escondidas, los espejos le<br />
daban a la clásica diversión más dinamismo<br />
y dificultad. Una noche fría nos<br />
encontrábamos jugando, la encontré<br />
después de buscarla por más de trece<br />
minutos, la pequeña había batido esa<br />
noche su propio record personal.<br />
—¡Te tengo! —grité, al ver su larga cabellera<br />
en el reflejo del espejo en forma de<br />
rombo colgado a un lado del refrigerador.<br />
Era mi turno de esconderme y escogí<br />
un lugar que jamás había usado antes,<br />
el cuarto de mi hermano. Era gracioso<br />
porque, si llegaba a encontrarme yo no<br />
lo sabría, pues no hay espejos donde<br />
mi amiga pueda reflejarse. Esperaba<br />
en esos momentos a que la pequeña<br />
me encontrara cuando me encontré<br />
una foto de Javier, todos tenían razón;<br />
el ver su rostro era igual que verme al<br />
espejo… De repente, un fuerte sonido<br />
invadió toda la casa, un sonido fantasmal,<br />
me hizo temblar y podría jurar que<br />
muchos espejos estuvieron a punto de<br />
caerse… Alguien golpeaba la puerta<br />
con desesperación.<br />
Salí de mi escondite y corrí hacia la<br />
puerta principal, la curiosidad era más<br />
grande que cualquier manifestación de<br />
miedo, me asomé por el mirador, a solo<br />
unos centímetros de mí, al otro lado de<br />
la puerta, se encontraba un hombre<br />
azotando la puerta, tenía un cuchillo<br />
empuñado en su mano derecha, un<br />
objeto extraño en su mano izquierda<br />
y le escurría sangre en ambas manos<br />
y brazos, sangre fresca. Con horror y<br />
sintiendo como el pánico se apoderaba<br />
de mí, volteé y busqué a la niña; Ella se<br />
encontraba justo enfrente de mí. Pero<br />
yo tenía que verla buscando su reflejo.<br />
—Te encontré, eres muy malo escondiéndote<br />
—me dijo, ignorando la situación.<br />
—Hay un hombre afuera que… —empecé<br />
a contarle.<br />
—No le abras —me advirtió, interrumpiéndome—,<br />
así murió tu hermano.<br />
Me encontraba procesando sus palabras.<br />
¿Javier había muerto apuñalado<br />
por un hombre que tocó a su puerta?<br />
¿<strong>La</strong> sangre que llevaba por todos los<br />
<strong>15</strong>