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La Sirena Varada: Año III, Número 15

El decimoquinto número de La sirena varada: Revista literaria

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ñas y brillos fugaces de ojos inquietos<br />

que me observaban. Me agité mucho al<br />

llegar a la ribera del río, una presencia<br />

nos asustó, con la lámpara vimos que<br />

era un pescador, mi papá le preguntó<br />

por ella: «solo vi unos pájaros extraños<br />

en el río debajo del puente». Nos apresuramos<br />

a correr hasta que divisamos<br />

la parvada que revoloteaba en la orilla,<br />

sus graznidos eran aterradores, mi<br />

padre disparó al aire, se nos abalanzaron,<br />

pero un segundo tiro los ahuyentó.<br />

Sentí olor a sangre y me repugnó, era<br />

demasiado tarde.<br />

Estaba en el fango debajo del puente,<br />

despeinada, llevaba puesto su vestido<br />

de seda y sus zapatos de charol muy<br />

bien amarrados, uno de ellos con un<br />

tacón partido y en el cuello dos gotitas<br />

de sangre destacaban en la blancura<br />

de su piel. Al voltearla mi papá para<br />

ver su rostro, un escalofrío de espanto<br />

me recorrió, no podría contemplar por<br />

última vez sus ojos y lucía una palidez<br />

que jamás le vi. Volteé la cara para no<br />

mirar en medio de mis lágrimas, escuché<br />

el eco de carcajadas entre los guaduales<br />

y vi a lo lejos a los dos policías<br />

de la mañana que se alejaban. Le dije<br />

a mi padre, él corrió hacia los guaduales<br />

pero no pudo ver nada y yo divisé<br />

sus sombras hasta desaparecer. Ese<br />

día perdí la inocencia devorada por<br />

los giros del horror, una niebla se aposentó<br />

en mí y me pregunté: ¿con quién<br />

bailaba mi abuela?<br />

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