La Sirena Varada: Año III, Número 15

Cuenta una antigua leyenda nórdica,
que hacia el año 700 d. C., en
una remota aldea escandinava
apareció, al retirarse la nieve en el corto
período estival, una extraña construcción
de forma circular adosada a uno
de los acantilados de una montaña. El
objeto, era tan grande, que podía verse
desde toda la zona circundante del valle.
Los habitantes del lugar no se explicaban
cuando había llegado aquello
allí. Con los medios de entonces, nadie
era capaz de acceder tan arriba, porque
la pared era completamente vertical
así que al final los aldeanos terminaron
acostumbrándose a la extraña
presencia. Lo bautizaron con el nombre
de Hogr debido a su forma, muy parecida
a los círculos sagrados de piedra
que usaban en el bosque para ofrecer
sacrificios a los dioses. Tenía que ser de
origen divino, sin duda.
Nunca se vio salir nada ni a nadie
del Hogr. Solo permanecía allí inmóvil
e impasible. Daba la sensación que
los dioses lo hubieran colocado para
observar y vigilarlos a su vez. Los de la
aldea, también se preguntaban cómo
era posible que se sostuviera una forma
geométrica tan colosal en aquella
posición tan lisa y escarpada. Al final,
fueron disminuyendo las discusiones
sobre el asunto y el Hogr pasó a ser
como de la familia.
Transcurrido un tiempo, empezaron
a suceder cosas extrañas. Un pastor,
cuyas ovejas pastaban cerca de la montaña,
denunció que habían desaparecido
varios ejemplares. Como ya le había
pasado anteriormente, unas veces debido
a los lobos y otras perdiéndolas
con su torpeza alcohólica, nadie le
prestó mucha atención, siendo juzgado
y castigado por ello.
Tras ese suceso y sin ninguna causa
justificable, empezó a disminuir la caza
dentro del bosque. De forma habitual se
cazaban renos, zorros, glotones y hasta
algún oso polar. En invierno, también
abundaban los lobos. Daba la sensación
de que los animales se habían evaporado
o al menos era más difícil encontrarlos
que antaño. Las trampas aparecían
vacías y las batidas eran infructuosas.
Con los pájaros empezó a suceder
algo parecido. Lagópodos, búhos, urogallos,
aves que antes eran presa fácil,
empezaron a escasear de manera alarmante.
Aunque nadie lo atribuyó al
Hogr. En aquellos tiempos era normal
pasar épocas de hambruna y de escasez.
Parecía que se avecinaba otra más,
pensaron los aldeanos resignados.
Era extraño pasear por el bosque y no escuchar
nada, únicamente el silencio, roto
de vez en cuando solo por el frío viento
chocando contra las ramas de los árboles.
Después empezaron las marcas en los
campos de cereales. Inmensos círculos
de forma perfecta aparecían trazados en
la superficie, arrasando todo el cereal situado
dentro de las circunferencias. Pudieron
observar, extrañados y confusos,
que el diámetro coincidía, exactamente,
con el del círculo sagrado. Parecía como
si se hubiera desprendido de la pared
posándose sobre los sembrados, arrancándolos
de raíz y luego ascendido de
nuevo a su posición original.
Aquí la gente empezó a sospechar aunque
no sabían muy bien que podían hacer.
Parecía una especie de maldición de
los dioses que debían acatar sin remedio.
Se reunió el máximo órgano consultivo,
el consejo de sabios del clan. Éstos,
eran los encargados de velar por la seguridad,
el orden, impartir la justicia según
las normas grupales y gestionar los
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