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REVISTA PESCA DICIEMBRE 2019

Revista informativa sobre temas del mar y la pesca

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ca” con la obligación inexcusable de elevar la vara y visibilizar

este tema entre los argentinos y, quién asuma la función, a

partir del 10 de diciembre, tendrá que explicar el “qué” y el

“cómo” va a llevar adelante una política nacional que devuelva

a la Nación y, a esta noble actividad, al lugar del que nunca

debió apartarse, para caminar el sendero de bienestar de todos

los argentinos.

Dr. César Augusto Lerena

«La tragedia de los comunes se desarrolla de la siguiente manera», escribió Hardin, sugiriendo a los lectores que

visualizaran una pradera al aire libre: Es de esperar que cada pastor intente mantener la mayor cantidad de ganado

en el área comunal. Dicho modelo ha podido funcionar de manera satisfactoria a lo largo de los siglos gracias a que

las guerras tribales, la caza furtiva y las enfermedades han mantenido el número de personas y animales muy por

debajo de la capacidad de sustentación de la zona. Sin embargo, con el tiempo llega la hora de la verdad, es decir,

el día en que la tan anhelada estabilidad social se hace realidad, y es en ese preciso momento cuando la lógica intrínseca

de los comunes aboca inexorablemente a la tragedia. Como individuo racional, cada pastor trata de maximizar

sus ganancias y, bien directa o indirectamente, de una forma más o menos consciente, se pregunta: «¿Qué gano

al añadir un animal más a mi rebaño?» El pastor racional concluye que la única opción sensata es añadir otro animal

a su rebaño. Y luego otro más… Pero a esta conclusión llegan todos y cada uno de los pastores sensatos que comparten

un espacio común. He ahí la tragedia de los comunes. Cada individuo se encuentra encerrado en un sistema

que le obliga a aumentar su rebaño de forma ilimitada en un mundo limitado. La ruina es el destino al que todos se

precipitan en busca de su interés propio en una sociedad que sin embargo cree en la libertad de lo común. Por tanto,

la libertad de los comunes será la ruina de todos.

A lo largo de las últimas décadas la tragedia de los comunes se ha establecido como tópico económico. El ensayo de

Hardin es ya algo esencial en la educación universitaria en los Estados Unidos, no solo en las ciencias económicas

sino también en las ciencias políticas, la sociología y otros campos de estudio. Por lo tanto, no es de extrañar que

tantas personas contemplen los comunes con un desdén tan superficial. Los comunes = caos, ruina y fracaso.

Pero existe un fallo estructural en la parábola de la tragedia, porque no describe con exactitud qué son los comunes.

El escenario ficticio de Hardin establece un sistema en el que no existen límites en torno a los pastos ni normas que

los regulen, no hay sanciones a la sobreexplotación ni una comunidad propia de usuarios. Pero eso no es un común,

es un régimen de acceso libre donde impera la ley de la selva. Un común tiene límites, reglas, normas sociales y

sanciones contra los oportunistas. Un común necesita que haya una comunidad dispuesta a actuar cual guardián riguroso

del recurso en concreto. Y Hardin confunde un terreno comunal con la «tierra de nadie», desacreditando así

a los comunes como un paradigma frustrado de gestión de los recursos. A decir verdad, Hardin seguía una larga línea

de provocadores polemistas que proyectaban sus deseos irracionales de promocionar el individualismo de mercado

por el mundo. Tal y como veremos más adelante, las teorías del filósofo John Locke se han utilizado de forma

generalizada para justificar el uso del Nuevo Mundo como terra nullius (tierra de nadie disponible) a pesar de que

estuviera poblada por millones de pueblos originarios americanos que gestionaban sus recursos naturales como bienes

valiosos de uso común con normas no escritas pero extremadamente sofisticadas.

A la hora de escribir su ensayo, Hardin se inspiró en un discurso de 1832 de William Forster Lloyd, académico inglés

a quien, al igual que Hardin, le preocupaba la sobrepoblación en una época de intensos cercamientos territoriales. El

discurso de Lloyd es destacable ya que traza la misma línea de argumentación y comete el mismo error fantasioso:

pensar que la gente es incapaz de pactar una solución a la «tragedia». En lugar de la pradera común, Lloyd utiliza la

metáfora de un fondo monetario colectivo al que todos los contribuyentes tuvieran acceso y alega que cada miembro

tomaría una cantidad mayor de la parte que le correspondería, mientras que, si se tratara de un fondo monetario

privado, se administraría de forma austera.

Fuente:

David Bollier, Think like a commoner, 2014.

Translation. Noviembre, 2016. Título: Pensar desde los comunes. Autor: David Bollier

Revista Pesca diciembre 2019 105

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