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DEL TUMBAO AL TRAPIAO NEGOCIACIONES ...

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la riqueza colectiva. La familia como paradigma del orden social y como espacio privilegiado<br />

para inculcar hábitos morales y de buen comportamiento, así como para el ejercicio del<br />

control social (…). Los valores morales y la ética orientada hacia fines útiles y terrenales de<br />

los cuales el modelo económico salía ganancioso, pasaba necesariamente por la honradez<br />

en los negocios, por el respeto a la palabra empeñada (…), por la frugalidad en los modos de<br />

vivir, de comer y de habitar (…). La prédica religiosa reforzaba este modelo ético en tanto que<br />

apuntaba a los mismos objetivos moralizadores y de control social (Uribe, 1998:63).<br />

La fuerza de este modelo recaerá sobre el carácter familiar de todas las clases sociales, aunque<br />

en las clases más altas la ética heredada se reestructura, para posibilitar la acumulación de riquezas<br />

sin que el valor del “trabajo duro” se invalidara. En este sentido, también se conserva la valoración<br />

del cuerpo para el trabajo y el “buen comportamiento”, manteniendo la exclusión o el control sobre<br />

“aquellos que no se ajustaran a vivir de acuerdo con los parámetros básicos que rigieron este proyecto,<br />

que no quisieron o no pudieron articularse orgánicamente al modelo económico mercantil y al ethos<br />

sociocultural” (Uribe, 1998:65).<br />

Además, dentro de los ambientes privados de una sociedad se reproducen, de una manera más o<br />

menos similar, las lógicas reinantes en el orden regente de las instituciones sociales más amplias (órganos<br />

públicos formalizados) como la escuela, el ejército, la iglesia. En esta medida, la línea estrecha<br />

entre público y privado se difumina aunque no desaparezca definitivamente. El orden correctivo de la<br />

sociedad atraviesa, sin problemas, los muros de la intimidad para instalarse y mantenerse, echando<br />

mano del imperativo social del reconocimiento individual y colectivo, pero en especial, porque la familia<br />

es el espacio que reproduce, en lo micro, las relaciones y modelos macro que le rodean.<br />

Veamos ahora, cómo se evidencia en estas familias, la fuerza del dispositivo moral del trabajador y<br />

del “ethos antioqueño” a través de los correctivos anatomopolíticos en el S.D. de la ciudad de Medellín.<br />

Recordemos, para ello, las diferentes acepciones dadas a lo doméstico recogidas por Illanes:<br />

En su definición nominativa, el concepto de doméstico tiene tres acepciones: a) “perteneciente<br />

o relativo a la casa u hogar”; b) “aplicado al animal que se cría en compañía del hombre, a<br />

diferencia del que se cría salvaje”; c) “dícese del criado que sirve en una casa”. Definiciones<br />

íntimamente relacionadas y articuladas a través de tres claves que sirven de enlace entre una<br />

y otra acepción: casa-criado-sirve. En su forma verbal, la palabra “domesticar” tiene otras<br />

tres acepciones: a) “reducir, acostumbrar a convivir con el hombre a un animal”; b) “enseñar<br />

a un animal a obedecer al hombre y hacer todo lo que él le mande”, c) “hacer tratable a<br />

una persona que no lo es; moderar la aspereza de carácter”. Las claves de interés aquí son:<br />

acostumbrar-obedecer-moderar (Illanes, 1997:127).<br />

En su análisis se concluye que la definición de lo domestico se sostiene en la relación establecida<br />

entre el espacio material (casa), el espacio corporal (criado-a), y la acción de dominación (sirve). Pero,<br />

son fundamentales para establecer esta ligazón las claves, elaboradas por la autora, de “acostumbrarobedecer-moderar”,<br />

en este sentido se concreta la domesticidad, a través de actos concretos de la<br />

“moderación de aspereza de carácter” que no son otra cosa que acciones moldeadoras de la corporalidad.<br />

Tales acciones se refieren a las prácticas ejercidas, simultáneamente, sobre los cuerpos y los espacios<br />

de la domesticidad; para ello, retomamos algunas de las disertaciones de Illanes (1997), que nos<br />

sirven en el ejercicio de catalogar y ampliar a continuación, dos estrategias anatomopoliticas del S.D.,<br />

a saber: la domesticidad del cuerpo y el trabajo del cuidado.<br />

3.1. La domesticidad del cuerpo: principal manifestación del Trapiao<br />

La aplicación de la primera estrategia, la domesticidad del cuerpo, dentro del servicio doméstico de<br />

las mujeres chocoanas es evidente, ya que su trabajo replica, directamente, el saber de lo doméstico<br />

- que hemos mencionado se asigna a las mujeres y se acentúa en determinadas condiciones étnicas,<br />

raciales y de clase-.<br />

Esta estrategia se evidencia más desde el ejercicio de las “labores domésticas” o el conjunto de<br />

obligaciones centrales de la empleada, que son la limpieza y ordenamiento de la casa, el procesamiento<br />

de alimentos, la intervención en la crianza de los niños, niñas y adolescentes, y el cuidado de<br />

enfermos y ancianos.<br />

Creemos que la estrategia anatomopolítica de la domesticidad se manifiesta de varias formas, a<br />

saber: 1) en el control ilimitado de la fuerza de trabajo; 2) en la corrección de los hábitos de higiene; 3)<br />

en el control, directo o indirecto, sobre la sexualidad; 4) en el estricto ordenamiento de la movilidad; y,<br />

5) en la cosificación o materialización del cuerpo de la empleada como parte de la “ornamentación” de<br />

la casa. Revisemos cada una de estas manifestaciones.<br />

La primera de sus expresiones, es el control ilimitado o “adueñamiento” de la fuerza de trabajo de<br />

las empleadas; como ejemplo de ello la extensión de sus horarios de trabajo más allá del límite laboral<br />

legal, con el agregado de una injusta contraprestación por tiempo invertido, ya que, en muchas ocasiones,<br />

las horas extras no son reconocidas39 . También, en muchos casos, las empleadas internas o “por<br />

días” no se atreven a reclamar cesantías y similares luego de terminar el contrato verbal.<br />

Las familias, por costumbre y amparadas por una legislación que permite la flexibilidad en el reconocimiento<br />

de los derechos de las empleadas, les pagan montos muy inferiores al salario mínimo<br />

vigente, pues, alegan que el trabajo que realizan se ve, ampliamente, contraprestado con el conjunto<br />

de beneficios que se le ofrecen, como el hospedaje, la alimentación, y el “cuidado mutuo”. En Medellín,<br />

además, esta idea se alimenta de las fuertes raíces del “paternalismo en las familias antioqueñas”, por<br />

el cual muchas veces se expresa una “ética caritativa” que es engañosa40 . Se suma a ello, que, por lo<br />

general, las empleadas están sometidas a una “vigilancia” permanente del cumplimiento de las actividades<br />

que se le adjudican, obligándolas a terminar tareas a pesar de que esto pueda extender la jornada<br />

laboral. El manejo de sus tiempos es constante, por ejemplo negándoles permisos para atender<br />

asuntos vitales como citas médicas o problemas familiares, u obligándoles a trabajar a cualquier hora<br />

de la noche para atender algún interés de un miembro de la familia: “Al ser el lugar de trabajo el mismo<br />

lugar de vida, la relación laboral tiene un sentido de disponibilidad de la persona, fenómeno enmarcado<br />

en la falta de delimitación legal de la jornada laboral” (León de Leal, 1992:29).<br />

Las empleadas en modalidad de internas, como las empleadas por días, se someten a un horario<br />

estricto y controlado, en el cual saben que “salir” de la casa por periodos largos, interrumpiendo sus<br />

39 Los estudios latinoamericanos sobre el S.D. (Ariza, 2004; Chaney, 1993; Grau, 1982; Goldsmith, 2000; Gutiérrez, 1983; Howell,<br />

1999; Illanes, 1997; Jiménez, 2001; León de Leal, 1992; Rubbo y Taussig, 1981) dan cuenta de este hecho. Investigadoras colombianas<br />

hacen mención a los elementos desiguales de la asignación monetaria al S.D. León de Leal lo expone así: “La regulación del salario<br />

no sigue elementos estrictamente económicos (….)” (León de Leal, 1992:28). La mayoría de estos estudios demuestran la situación<br />

precaria de estas mujeres señalando la explotación laboral y la servidumbre como esencia de la profesión. Sin embargo, no existen<br />

estudios cuantitativos que muestren, porcentualmente, cada una de las desigualdades en cuanto a horas impagadas, establecimiento<br />

monetario y en especie del salario, negación del pago de cesantías, omisión de la afiliación a la seguridad social, etc. en este ámbito<br />

laboral.<br />

40 El resultado de este control produce que: “La 'carga' de trabajo, la duración de la jornada laboral, el salario y las prestaciones sociales,<br />

son elementos que casi nunca alcanzan el equilibrio” (Grau, 1982:174). Al respecto se ha llegado a la conclusión de que “elementos<br />

que entran en la fijación del salario para los trabajadores, tales como jornada de trabajo, productividad, requerimientos de la canasta familiar<br />

para la reproducción, se relativizan cuando se trata del salario del servicio doméstico” (Castro citada por León de Leal, 1992:28).<br />

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