EL NARRATORIO ANTOLOGIA LITERARIA DIGITAL NRO 76 JUNIO 2022
Antología de cuentos de autores de habla hispana
Antología de cuentos de autores de habla hispana
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irresponsable, y en una esquina de la habitación te advierto que el trabajo es
complicado, excepcional, riesgoso y de resultados imprevistos. Sollozas y me
autorizas a hacer cualquier acto heroico. Con la venia obtenida regreso y lo
unto con pomadas, ungüentos y le derramo oraciones. El muchachito, como
manso cordero, se deja llevar por mi arte. Empiezo a sobar el torso. Aflojo los
músculos agarrotados para enderezar la columna. Las contracturas ceden
lentamente y la fiebre se apodera de mí. Sudo profusamente y el cansancio me
obliga a beber agua. Experimento desagradables sensaciones que me provocan
náuseas y en mi piel curtida suben y bajan los pensamientos atormentados de
la criatura. Se anudan, deshacen y rebelan para no dejarlo. Es una batalla
encarnizada entre la mala genética y el infierno lleno de demonios que lo
atrapan sin piedad. Retomo la sobadera y consigo que la mano izquierda caiga
péndula sobre el abdomen. La derecha, que siempre ha estado en contacto con
la axila, desciende pausadamente hasta quedar con el codo flexionado. A punto
de desplomarme comprendo que incorporo las fallas de este malnacido.
Necesito descansar, reagrupar energías y consolidar la fuerza mental.
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Tú, madre maravillada y horrorizada, ves que el producto enfermo de
tus entrañas adopta forma humana. Te persignas y lloras en silencio. Consigo
sentarlo en la camilla. Estoy al límite de mis fuerzas y los temblores que me
sacuden integran las anomalías de ese cuerpo imperfecto. Se me nubla la visión
y falta poco para terminar la primera sesión. No sé cuántas más requerirá para
salvarlo del oprobio y humillación. Al enderezar la columna vertebral escucho
el chasquido de los huesos anquilosados, soltando los conductos nerviosos
adormecidos por falta de movimiento. Las piernas se estiran y están en
condiciones de adoptar la posición erguida. El muchachito sigue con la mirada
clavada en el techo. El cuello se resiste a ceder ante el milagro de mis manos y
tú, madre entusiasmada, pides que lo enderece. Estoy agotado, desfalleciendo.
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