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EL NARRATORIO ANTOLOGIA LITERARIA DIGITAL NRO 76 JUNIO 2022

Antología de cuentos de autores de habla hispana

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aquel ser casi inmaculado.

Salieron del sertón de Bahia para formar otra familia en la periferia de

São Paulo en los años 90. Allá armaron un mercado pequeño donde se vendía

de todo. Panes y volatines compartían el local con gas y aceite de cocina. De

un lado organizaron los dulces, las especias y abarrotes diversos. Del otro,

productos de limpieza que vendían en botellas de plástico, encendedores y una

cantidad absurda de papel. Era el escenario perfecto para un incendio que

podía quemar todo el barrio, pero, paradójicamente, el lugar tenía una armonía

caótica. De esta forma se ganaban el pan para criar a las hijas. Compraron un

terreno y construyeron la casa donde vivían, más otras dos en la parte de atrás

del patio. Una de las casas, mis padres arriendaron. La otra estaba ocupada por

una de las hijas de la pareja, Carmen Lúcia, junto a su marido, Tío Pelado, que

murió al principio de este texto, y sus dos hijos, Letícia y Leo. De manera algo

extraña, pero bella a la vez, ellos se volvieron algo parecido a una extensión de

nuestra familia. Existía un cuidado general. En la periferia es así, nos cuidamos

entre todos para compensar la falta de estructura estatal. Nos cuidamos entre

todos para evitar la violencia policial.

Letícia y Leonardo eran los dos pequeños y solo bastaron un par de

meses para que desarrolláramos una relación muy cercana con ambos. Un

intenso sentimiento de hermandad surgió porque la niñez es campo fértil para

las amistades y fue fácil conectarnos. Los juegos de repente se tornaban

altamente peligrosos y, de la nada, aquellos cuatro demonios simplemente

abrazaban el caos. Me gusta decir que coqueteábamos con la muerte, con la

inocencia de quien no la conocía. Sin pensar mucho en las consecuencias de

nuestras acciones porque, al final, si sumáramos la edad de todos, no

llegaríamos a los quince años. En una ocasión, por ejemplo, mi hermana Bruna

probó el filo de las tijeras de Mickey que recién había ganado… en la nariz de

Leonardo. Tan pronto la sangre empezó a salir, ella me miró y pidió: “Trae

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