EL NARRATORIO ANTOLOGIA LITERARIA DIGITAL NRO 76 JUNIO 2022
Antología de cuentos de autores de habla hispana
Antología de cuentos de autores de habla hispana
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Cuán débil es nuestra razón y cuán rápidamente se extravía cuando nos estremece un
hecho incomprensible.
MAUPASSANT
D
e niño escuché la leyenda del Loco Matusalén. Decían que
comía sapos, ratas muertas y culebras en las orillas del Río
Hablador, que recorría zarrapastroso y nauseabundo a pie
desde Chosica hasta el Rímac, que imprecaba a los niños
que lo escupían o le tiraban piedras, que lloraba a moco tendido o se
desternillaba de risa de un instante a otro, ya herido y desgarrado por los
tormentos o disparates de su cerebro, ya acometido por aquellos demonios
invisibles de su imaginación enferma.
Por las noches era peor: su apariencia era la de un ser luciferino. Toda
su vestimenta ―sucia, fétida y raída― se adornaba con harapos negros como si
sufriera eterno luto por los siglos de los siglos, amén. Los vecinos temían que
empezara a apedrear las ventanas, los jardines o las puertas de sus casas, o que
atacase de modo violento a los niños, a los ancianos o a las mascotas. Nadie se
creía a salvo de sus arrebatos y, también, de su penosa apariencia.
Los que lo conocieron antes de que perdiera el juicio afirman que
cuando él era adolescente empezaron a notar que le fallaba el cocobolo. Le
gustaba comprar revistas para adultos en los kioscos de los periódicos al
menos una vez al mes, caminar por las calles con la cabeza agachada y
susurrando entre dientes, los fines de semana se quedaba horas y horas en el
techo de su casa viendo el transcurso de la luna, y sus familiares justificaban su
encierro casi misántropo porque creían que estudiaba duro y parejo. «Es un
muchacho muy aplicado y, también, muy extraño», decían ellos.
Sus compañeros de salón, ya jovencitos en la flor de la lozanía que
amaban pelotear en sus ratos libres, afirmaban que a Matusalén no le gustaban
los recreos ni tampoco salir de su casa a pasear o a visitarlos, y que en su
asiento estudiantil con el ceño fruncido solo hablaba, cuando lo abordaban, de
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