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EL NARRATORIO ANTOLOGIA LITERARIA DIGITAL NRO 76 JUNIO 2022

Antología de cuentos de autores de habla hispana

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inocencia e ignorancia que solo la poca edad nos da. Letícia, la mayor, de la

misma edad que yo, no lloraba. Podía, pero no lo hizo. Quedó callada durante

todo el funeral. Entendía que nunca más vería su padre y lo aceptó.

—Mira Caro… —me mostró su mano donde se podía ver un dibujo

— dibujé a mi padre— pintaba las partes que se habían borrado por el sudor

de su mano— Nunca más voy a lavar mis manos y papá va a estar conmigo

para siempre…

No supe qué contestar. Quedamos las dos en silencio, dos niñas que

recién habían empezado sus vidas, intentado procesar y entender la muerte

con una seriedad que no nos representaba en absoluto.

El golpe más duro pareció sufrirlo el viejo. No escondía las lágrimas...

—La muerte es así... ¡Nada que hacer! —estaba mal, como si nunca

hubiera visto a alguien morir antes—. ¡Nada que hacer! Está siempre

cafumbando en nuestro cuello —un llanto profundo, de esos que salen de un

lugar vacío en el pecho— ¡Cafumba, cafumba, cafumba y un día te ataca por la

espalda!

Un grupo de señoras empezó a cantar, pero la voz grave de Don

Aulerindo interrumpió el coro y él empezó a decir garabatos al fallecido:

—¡Maldito! Vas a pagarme por todo... —Parecía borracho, pero él no

tomaba, Dios no lo permitía. Verbalizó su resentimiento del embarazo de la

hija en su adolescencia, la ausencia de trabajo formal y hasta dijo cosas sobre el

local donde decidieron comprar una casa.

—¡Yo sabía que tu no valías nada! Nunca serviste de nada... —Los

demás compartían un silencio incómodo y solo se escuchaba la voz de Don

Aulerindo. La viuda empezó a gritar aún más. Tío Pelado se veía triste; no

lograba levantarse y defenderse de las palabras tan crueles que se

aprovechaban de su sistema nervioso inexistente. Fue entonces cuando percibí

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