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conocían sus movimientos.
Les gustaba observar los cuerpos celestes en su marcha nocturna. Y si
descubrían una nueva estrella, celebraban su aparición como un gran
acontecimiento.
En aquella noche, cuando los ángeles se presentaron a los pastores de
Belén, los sabios notaron una luz extraña en el cielo: era la gloria que
rodeaba a la hueste angelical.
Cuando esa luz se disipó, vieron en el cielo lo que parecía ser una
estrella nueva. Inmediatamente pensaron en la profecía que dice: "Saldrá
estrella de Jacob, se levantará cetro de Israel". Números 24:17.
¿Acaso esa estrella era una señal de que había venido el Mesías?
Decidieron seguirla y ver adónde los dirigía. Los guió hasta Judea, pero,
cuando llegaron cerca de Jerusalén, la estrella se empañó tanto que ya no
podían seguirla.
Suponiendo que los judíos inmediatamente los conducirían al Salvador,
los sabios fueron a Jerusalén y preguntaron: "¿Dónde está el rey de los
judíos, que ha nacido? Pues su estrella hemos visto en el oriente, y venimos a
adorarlo.
"Al oír esto, el rey Herodes se turbó, y toda Jerusalén con él. Y,
habiendo convocado a todos los principales sacerdotes y escribas del pueblo,
les preguntó dónde había de nacer el Cristo. Ellos le respondieron: En Belén
de Judea, porque así fue escrito por el profeta". Mateo 2:2-5.
A Herodes no le gustó oír acerca de un rey que algún día tomaría su
trono. Por eso se entrevistó a solas con los sabios y les preguntó cuándo
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