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La Única Esperanza - Elena G. de White

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Vendré otra vez

Mientras los discípulos todavía tenían los ojos fijos en lo alto, oyeron

unas voces que sonaban como la música más melodiosa. Se dieron vuelta y

vieron a dos ángeles con apariencia de hombres que les hablaron, diciendo:

"Galileos, ¿por qué estáis mirando al cielo? Este mismo Jesús, que ha

sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo".

Hechos 1:11.

Estos ángeles pertenecían al grupo que había venido para escoltar al

Salvador a su hogar celestial. Con simpatía y amor hacia aquellos que

quedaban en tierra, habían permanecido junto a los discípulos para

asegurarles que esta separación no sería para siempre.

Cuando sus seguidores retornaron a Jerusalén, el pueblo los miraba con

asombro. Después del juicio y la crucifixión de su Maestro, era de suponer

que estuvieran abatidos y avergonzados. Sus enemigos esperaban ver en sus

rostros una expresión de dolor y derrota. Sin embargo, en lugar de esto, había

sólo alegría y triunfo. Sus semblantes brillaban con una felicidad que no es

propia de la tierra. No se lamentaban por sus esperanzas frustradas, sino que

estaban llenos de alabanza y agradecimiento a Dios.

Con gran alegría contaban a todos la maravillosa historia de la

resurrección de Cristo y su ascensión al cielo, y su testimonio fue aceptado

por muchos.

Los discípulos no tenían ya ninguna desconfianza en el futuro. Sabían

que el Salvador estaba en el cielo y que las simpatías de él los acompañaban.

Sabían que estaba presentando ante Dios los méritos de su sangre, mostrando

al Padre sus manos y sus pies heridos, como una evidencia del precio que

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