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Con mayor autoridad de la que había manifestado tres años antes,
ordenó:
"Quitad esto de aquí". Juan 2:16.
En la ocasión anterior, los sacerdotes y príncipes del templo habían
huido al escuchar su voz. Avergonzados de su temor decidieron que jamás
volverían a escapar de esa manera.
Sin embargo, ahora al estar más aterrorizados, y con mayor prisa de
huir que en la ocasión anterior, obedecieron su mandato y salieron
apresuradamente del templo, llevándose su ganado con ellos.
Pronto el atrio se llenó de personas que traían a sus enfermos para ser
sanados por Jesús. Algunos se estaban muriendo y sentían su angustiosa
necesidad.
Fijaron sus ojos implorantes en el rostro de Cristo, temiendo ver en el
la severidad con que había expulsado a los compradores y vendedores, pero
en su semblante vieron sólo amor y tierna piedad.
Jesús recibió bondadosamente a los enfermos, y el dolor y el
sufrimiento desapareció al toque de su mano. Tiernamente tomó a los niños
en sus brazos, los calmó, desterró la enfermedad y el dolor de sus cuerpecitos
y los devolvió a sus madres, sonrientes y rebosantes de salud.
¡Qué escena se encontraron los sacerdotes y los príncipes cuando
cautelosamente regresaron al templo! Oían las voces de hombres, mujeres y
niños alabando a Dios.
Vieron a los enfermos curados, a los ciegos con la vista restaurada, a
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