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Creían y temblaban
Aunque los príncipes judíos habían tenido éxito en llevar a Cristo a la
muerte, no se sentían tranquilos. Conocían perfectamente su extraordinario
poder.
Algunos de ellos habían estado junto a la tumba de Lázaro y lo habían
visto resucitar. Ahora temblaban temiendo que Cristo mismo resucitase de
los muertos y de nuevo apareciera ante ellos.
Habían oído a Jesús decir a la multitud que tenía poder para deponer su
vida y para volverla a tomar.
Recordaban que había dicho: "Destruid este templo y en tres días lo
levantaré" (Juan 2:19), y sabían que estaba hablando de su propio cuerpo.
Judas les había contado que Cristo en su último viaje a Jerusalén había
dicho a sus discípulos:
"Ahora subimos a Jerusalén, y el Hijo del hombre será entregado a los
principales sacerdotes y a los escribas. Lo condenarán a muerte y lo
entregarán a los gentiles para que se burlen de él, lo azoten y lo crucifiquen;
pero al tercer día resucitará". Mateo 20:18, 19.
Ahora recordaban muchas cosas que él había expresado prediciendo su
resurrección. Por más que quisieran no podían olvidarlas. Como su padre el
diablo, creían y temblaban.
Todo les indicaba que Jesús era efectivamente el Hijo de Dios. No
podían dormir, porque estaban más preocupados por él ahora en su muerte,
que antes cuando vivía.
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