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"Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?"
Sus ojos estaban cegados por las lágrimas y no notó quién era el que le
hablaba. Pensó que era el hortelano, y le dijo en forma suplicante:
"Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto, y yo lo llevaré".
Ella pensó que si la tumba de este hombre rico era considerada como
un lugar demasiado honorable para su Señor, ella misma conseguiría otro
lugar para él. Pero ahora oyó la propia voz de Cristo que le decía:
"¡María!"
Rápidamente enjugó sus lágrimas y contempló al Salvador. En su
alegría olvidó que había sido crucificado y extendió sus manos hacia él
diciendo:
"¡Raboni!" (Maestro).
"Jesús entonces dijo: '¡Suéltame, porque aún no he subido a mi Padre;
pero ve a mis hermanos y diles: Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi
Dios, y a vuestro Dios'". Juan 20:15-17.
Jesús rehusó recibir el homenaje de su pueblo hasta saber si su
sacrificio había sido aceptado por el Padre. Ascendió a los atrios del cielo, y
de Dios mismo escuchó la seguridad de que su expiación por los pecados de
los hombres había sido amplia, y de que por medio de su sangre todos
podrían tener vida eterna.
Todo el poder del cielo y de la tierra le fue dado al Príncipe de la vida y
regresó a sus seguidores en un mundo de pecado, para poder impartirles su
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