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La mujer se sorprendió mucho, porque ella sabía cuánto odiaban los
judíos a los samaritanos. Sin embargo, Cristo le dijo que si ella se lo pidiese,
él le daría agua viva. Esto la sorprendió más aún. Entonces Jesús le aclaró:
"Cualquiera que bebiere de esta agua, volverá a tener sed; pero el que beba
del agua que yo le daré no tendrá sed jamás, sino que el agua que yo le daré
será en él una fuente de agua que salte para vida eterna". Juan 4:13, 14. El
agua viva es un símbolo del Espíritu Santo. Así como el viajero sediento
necesita agua para beber, también nosotros necesitamos el Espíritu de Dios
en nuestros corazones. El que bebe de esta agua nunca más tendrá sed.
El Espíritu Santo trae el amor de Dios a nuestros corazones. Satisface
nuestros anhelos, de manera que las riquezas, honores y placeres de este
mundo pierdan su atractivo. Nos llena de un gozo tal que deseamos que otros
lo tengan también. Será como una fuente de agua que fluya en bendiciones
derredor de nosotros.
Toda persona que tenga el Espíritu de Dios, vivirá para siempre con
Cristo en su reino. Recibirlo por fe en el corazón, es el comienzo de la vida
eterna.
Jesús le dijo a la mujer que le daría esa preciosa bendición si ella la
pedía. También quiere ponerla a nuestro alcance
Esa mujer había quebrantado los mandamientos de Dios, y Cristo le
reveló que conocía los pecados de su vida. Pero le manifestó también que era
su amigo, que la amaba y se compadecía de ella, y que si estaba dispuesta a
abandonar sus pecados, Dios la recibiría como hija suya.
¡Cuánto se alegró ella de saberlo! Muy contenta corrió a la ciudad
cercana y llamó a la gente para que viniera a ver a Jesús.
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