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"Bienaventurados los de limpio corazón". Mateo 5:8. Dios se interesa
más por lo que realmente somos que por lo que decimos ser. No le interesa
cuán hermosos podamos parecer, sino que desea que nuestros corazones sean
puros. Entonces todas nuestras palabras y acciones serán buenas.
El rey David oró: "Crea en mí, Dios, un corazón limpio". Salmos
51:10. "¡Sean gratos los dichos de mi boca y la meditación de mi corazón
delante de ti, Jehová, roca mía y redentor mío!" Salmos 19:14. Esta debiera
ser también nuestra oración.
"Bienaventurados los pacificadores". Mateo 5:9. El que tiene el espíritu
manso y humilde de Cristo será un pacificador. Este espíritu no provoca
peleas, no da ninguna respuesta enojada. Por el contrario, hace el hogar feliz
e inunda de dulce paz a su alrededor.
"Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la
justicia". Mateo 5:10. Cristo sabía que por su causa muchos de sus discípulos
serían puestos en la prisión, y otros serían muertos. Pero les dijo que no se
lamentaran por ello.
Nada puede dañar a los que aman y siguen a Cristo porque él estará con
ellos en todo lugar. Pueden ser entregados a la muerte, pero él les dará una
vida que nunca terminará, y una corona de gloria que no se marchitará.
Y por medio de ellos otros llegarán a conocer al querido Salvador.
Cristo dijo a sus discípulos:
"Vosotros sois la luz del mundo". Mateo 5:14. Jesús iba a dejar pronto
la tierra para volver a su hogar celestial. Pero lo tanto, serían los discípulos
los que debían enseñar a la gente acerca de su amor. Tendrían que ser como
luces entre los hombres.
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