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El no sabía que quien se hallaba a su lado podía sanar no solamente a
una persona, sino a todos los que vinieran a él. Cristo le dijo al hombre:
"Levántate, toma tu camilla y anda".
Inmediatamente trató de obedecer la orden y recibió fuerza. Saltó sobre
sus pies, y comprobó que podía caminar. ¡Qué contento se sentía!
Tomó su estera y se apresuró a salir, alabando a Dios a cada paso.
Pronto se encontró con algunos de los fariseos, y les contó de su maravillosa
curación. No parecían contentos, sino que le reprocharon por llevar su cama
en día sábado. El hombre les dijo: "El que me sanó, él mismo me dijo: 'Toma
tu camilla y anda'". Juan 5:1-11.
Entonces los fariseos ya no estaban enojados con él, sino que acusaron
a aquel que le había dicho que llevara su cama en el sábado.
En Jerusalén, donde Jesús estaba ahora, vivían muchos de los sabios
rabinos. Allí se enseñaban esas ideas falsas acerca del sábado.
Muchedumbres venían a adorar al templo y así las enseñanzas de los rabinos
eran difundidas ampliamente. Cristo deseaba corregir estos errores. Esta fue
la razón por la cual sanó al hombre en día sábado y le pidió que llevara su
cama. El sabía que este acto atraería la atención de los rabinos y le daría a él
la oportunidad de instruirlos. Así sucedió. Los fariseos trajeron a Cristo ante
el Sanedrín, el principal concilio de los judíos, para responder al cargo de
profanar el sábado.
El Salvador declaró que su acción estaba de acuerdo con la ley del
sábado, y en armonía con la voluntad y la obra de Dios. "Mi Padre hasta
ahora obra, y yo obro", dijo Jesús. Juan 5:17.
Dios obra continuamente para sostener toda la creación y a los seres
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