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Y la escolta respondió en tono melodioso:
"¡Es Jehová de los ejércitos! ¡El es el Rey de gloria!" Salmos 24:7-10.
Entonces los portales de la ciudad de Dios fueron abiertos de par en par
y la multitud angelical pasó por ellos en medio de una explosión de música
arrobadora.
Cristo triunfa
Toda la hueste celestial estaba esperando para tributar honor a su
Comandante que regresaba. Deseaba volverlo a ver ocupando su lugar en el
trono al Padre.
Pero él todavía no podía recibir la corona de gloria y el manto real.
Tenía un pedido que presentar ante el Padre, concerniente a sus escogidos en
la tierra. No podía aceptar el honor antes que, frente al universo celestial, su
iglesia fuera justificada y aceptada.
Pidió que donde él estuviera, sus discípulos también pudieran estar. Si
él ha de tener gloria, ellos deberán participar de ella. Aquellos que sufren con
él en la tierra, reinarán con él en su reino.
Así Cristo rogó por la iglesia. Identificó sus intereses con los suyos, y
con un amor y constancia más fuerte que la muerte defendió los derechos y
los títulos comprados con su sangre.
La respuesta del Padre a su pedido se pronunció en la siguiente
proclamación:
"Adórenlo todos los ángeles de Dios". Hebreos 1:6.
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