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oído todo lo que yo he dicho y pueden decirte cuáles son mis enseñanzas.
Las palabras de Cristo habían sido tan escrutadoras y directas que los
sacerdotes sintieron que el preso estaba leyendo sus pensamientos más
íntimos.
Pero uno de los siervos de Anás, pensando que su amo no era tratado
con el respeto debido, hirió a Jesús en el rostro, diciendo: "¿Así respondes al
Sumo sacerdote?" Juan 18:22.
Jesús le dijo suavemente: "Si he hablado mal, testifica en qué está el
mal; pero si bien, ¿por qué me golpeas?" Juan 18:23.
Cristo podría haber ordenado a legiones de ángeles que vinieran del
cielo en su ayuda. Pero era parte de su misión soportar, en su humanidad,
todos los ultrajes y las burlas que los hombres pudieran inferirle.
De la casa de Anás, el Salvador fue llevado al palacio de Caifás para
ser juzgado por el Sanedrín. Mientras los miembros de este Consejo
Supremo eran llamados para reunirse, Anás y Caifás de nuevo lo
interrogaron, pero sin éxito.
Finalmente, el Sanedrín se reunió en la sala del tribunal y Caifás ocupó
su lugar en la presidencia. A cada lado estaban los jueces; ante ellos se
hallaban de pie los soldados romanos custodiando al Salvador; detrás de
ellos se acomodó la turba acusadora.
Caifás pidió a Jesús que realizara delante de ellos uno de sus grandes
milagros. Pero el Salvador no dio señales de haber escuchado una palabra. Si
hubiera contestado, aunque sólo fuera con esa mirada penetrante que les
dirigió a los compradores y vendedores del templo, toda la multitud se
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