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Texto Completo Libro - Dialnet

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Murcia, Francisco Salzillo y la Cofradía de Jesús S. M.ª Nicolás Gómez<br />

llo para representar sus imágenes de la Pasión en la procesión<br />

de Viernes Santo por la mañana en Murcia es el del tiempo<br />

real, pues ésta se desarrolla en esa mañana en que Jesucristo<br />

va por la calle de la Amargura, revivido a tiempo real<br />

el Misterio de su Pasión y los espectadores pueden imaginar<br />

que fue así como sucedió e igual que ven ellos la sucesión<br />

de pasos y escenas, así verían los hechos los espectadores de<br />

Jerusalén. Salzillo parece querer atenerse al tiempo real en<br />

que Jesucristo aún no ha muerto; por tanto, un momento que<br />

aún no es definitivo, no es estático, sino que es un transcurrir,<br />

presente y pasado, y sus esculturas procesionales disponen de<br />

dimensión temporal real.<br />

Uno de los grados máximos de intensidad emocional de<br />

la procesión de la Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno<br />

de Murcia está expresado en la imagen de la Dolorosa (VI) de<br />

Salzillo. Quizá fue ánimo de los cofrades que la efigie representara<br />

el momento en que la madre busca al hijo camino del<br />

Calvario, donde no cabe todavía la representación simbólica<br />

del dolor mediante espadas o cuchillos. Salzillo en la Dolorosa<br />

del Viernes por la mañana utiliza el recurso de la representación<br />

en tiempo real. real Cabe, pues, incorporar sin estridencias el<br />

colorido en la túnica y el manto de la Virgen, por otra parte<br />

el habitual de la iconografía canónica, y los discretos encajes<br />

y adornos que se identifican con la luz y el color de la tierra<br />

murciana, en todo lo cual, Salzillo muestra un naturalismo<br />

irrepetible. Esa es una actitud positiva y más acorde con los<br />

nuevos conceptos religiosos setecentistas que la desolación<br />

de María cuando su Hijo ya ha muerto, más propia de un<br />

momento temporal posterior a la mañana de Viernes Santo.<br />

En el atuendo de la Dolorosa, Salzillo, al añadir el brillo y el<br />

color, que son adecuados porque su Hijo está vivo aún, consigue,<br />

por contraste, que la intensidad del sentimiento de dolor<br />

parezca aún mayor sin tomar como recurso el color negro y<br />

se presenta como renovación iconográfica en la escultura<br />

religiosa del siglo XVIII.<br />

La recepción de Salzillo, el último escultor<br />

barroco<br />

Todos los estudiosos del tema e historiadores parecen<br />

coincidir en afirmar que fue a partir del siglo XIX cuando<br />

156<br />

La Dolorosa, de Francisco Salzillo. 1756 (VI)<br />

comenzó el olvido, fuera del reino de Murcia, de la vida y<br />

obra de Francisco Salzillo. Quizá, en parte, no fuera valorado<br />

Salzillo suficiente por la historiografía del siglo XIX, por estar<br />

tan impregnado éste en general, en sus inicios en Murcia, de la<br />

influencia imperante de artistas como Lorenzo Alonso y otros,<br />

de estrictas ideas neoclásicas y reglas académicas, contrarias a<br />

cualquier tipo de naturalismo, pues al ser juzgado según ellas<br />

parece no haber en el escultor murciano más que naturalismo<br />

sentimental barroco. Hubo que esperar hacia la mitad del siglo<br />

XIX, cuando el célebre y culto arquitecto J.J. Belmonte escribió<br />

sobre Salzillo en 1845, aunque se basara casi por completo en<br />

lo dicho antes por Ceán Bermúdez, convencido neoclásico 29 .<br />

Por otro lado, la crítica ochocentista se manifestaba con<br />

firmeza en el sentido de rechazar todo atisbo de barroco<br />

en cualquier manifestación artística tal como demuestra<br />

G. Galofre (El artista en Italia. Madrid, 1851) cuando habla<br />

del “impulso sorprendente en todo el mundo artístico para<br />

29 Belmonte, Juan José. 1845, y Ceán Bermúdez, Juan Agustín. 1800.

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