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Texto Completo Libro - Dialnet

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Viaje a la fuente del apellido Salzillo Murcia, Francisco Salzillo y la Cofradía de Jesús<br />

«Nadie se baña dos veces en el mismo río», sentenció Heráclito,<br />

acuñando una metáfora que tanto vale para un roto<br />

como para un descosido 172 . Y así, cuando desnudo de equipaje<br />

el joven escultor Nicolás Salzillo (a finales del siglo XVII) dio<br />

en tomar carretera y manta y alejarse del Volturno (recitando<br />

a Virgilio en italiano 173 ) qué lejos estaba de imaginar que ya<br />

nunca más volvería a bañarse en sus lentificadas aguas ni a<br />

modelar figuras exentas con su barro.<br />

Ciertamente, nadie se baña dos veces en el mismo río. Ni<br />

modela con el mismo barro. Ni levanta de la nada las mismas<br />

figuras. Con el tiempo: cambia el río, cambia el barro, cambian<br />

los artífices. Pero el objetivo permanece: expresar la belleza<br />

por medio de la representación (real o imaginaria), agotando<br />

hasta las heces todas las posibilidades de la posibilidad.<br />

2. La paganidad en marcha hacia el cristianismo o el politeísmo<br />

en fuga hacia el monoteísmo. Los etruscos (grandes<br />

barristas) utilizaron la arcilla del Volturno (caracterizada por<br />

su ductilidad) para levantar del informe barro las enigmáticas<br />

figuras que caracterizan su arcaico mundo de formas, propias<br />

de un arcano y esperanzado panteón politeísta donde<br />

los esposos 174 afrontan la muerte en pareja 175 , con el alma<br />

predispuesta y la sonrisa en los labios 176 , firmes ante el destino<br />

inevitable, alto en el camino conducente a un indeterminado<br />

lar ultraterreno, otros submundos, otros momentos,<br />

otros manes 177 .<br />

¿Podría con figuras etruscas de barro representarse un<br />

belén 178 ?<br />

172 Se ha atribuido también a otros clásicos. Metafóricamente, el río nunca<br />

es el mismo, cambian las aguas y cambia quien se baña en ellas. Ergo: Nada es<br />

estable. Todo está expuesto a mudanza.<br />

173 <strong>Texto</strong>s de obligada lectura en las escuelas italianas.<br />

174 Sarcófago de los Esposos de Caere (h. 520 a. C). Museo del Louvre, París.<br />

La pieza, en barro cocido policromado, pulcramente restaurada en tiempos<br />

recientes, revela en su recuperada original policromía la costumbre masculina<br />

etrusca de teñirse de rubio el cabello.<br />

175 Esta circunstancia alienta en algunos autores la sospecha de que el<br />

sobreviviente se sacrificara por el difunto, a fin de ser ambos cónyuges enterrados<br />

a la vez. Hipótesis razonable, pero no probada.<br />

176 La sonrisa de las figuras funerarias etruscas (tal la del famoso Sarcófago<br />

de los Esposos de Caere) se emparenta con la de las figuras de la Grecia arcaica<br />

conocida como «sonrisa ática». En determinadas esculturas preclásicas griegas<br />

(siglo VI a.C.) aparecen rostros sonrientes, iluminados con media sonrisa curva,<br />

trasunto de un mundo feliz, un mundo al que no asusta encaminarse. Hoy<br />

parecen un gesto vacuo, expresión fatua.<br />

177 Los etruscos creían en manes subterráneos, sospechosamente benignos.<br />

178 Vid. n. II-65.<br />

Un belén 179 exactamente, no; pero algo que se le pareciera<br />

mucho, sí. Escenas cotidianas familiares, desde luego. Y<br />

escenas rurales, también.<br />

Todo tiene un antes (lo real) y un después (lo evocado).<br />

Antes que Roma fue Etruria, donde la presentida fe en los<br />

manes subterráneos que habitan en las tumbas alentó en los<br />

etruscos la posibilidad (recurrente idea) de que el alma (signo<br />

distintivo humano) pudiese emprender un viaje por cavernarios<br />

e intrincados ríos subterráneos hacia las homéricas islas<br />

de los Bienaventurados 180 .<br />

Acomodando el pensamiento a la acción, varios siglos<br />

antes de nuestra era, los habilidosos y enigmáticos etruscos<br />

(inveterados barristas) inventaron las urnas funerarias (vasijas<br />

a guisa de cabañas coronadas por dinámicas figuras y formas<br />

llameantes para conservar las cenizas de los difuntos) y los<br />

sarcófagos presididos por estatuas de bienquistos esposos<br />

que, plácidamente recostados en un lecho de banquete 181 ,<br />

afrontan la muerte con el cuerpo impoluto, la sonrisa franca<br />

y el alma predispuesta para el viaje sin retorno.<br />

Partiendo de un barro grueso, elemental, tosco, en estado<br />

original, arrancando a la tierra con las uñas, sin conocimiento<br />

aún del torno de pie (tercera mano del ceramista), los etruscos<br />

modelan peculiarísimas vasijas, coronadas por diminutas figuras<br />

que, cocidas en el horno, toman una especial entonación<br />

metálica (entre gris nocturno y negro humo) que anticipa la<br />

pátina sin alma del óxido férrico: la reputada cerámica de<br />

impasto.<br />

El después evocado en los actuales souvenirs, inevitablemente<br />

remite a ese ayer tan real que parece que aún no<br />

hubiera del todo transcurrido. En verdad nadie se baña dos<br />

veces en el mismo río. Y menos: si el río es virtual. Pero el<br />

recurrente légamo del río Vorturno, tan grato a la mano y<br />

179 La idea también sería aplicable a las figuritas de barro de divinidades<br />

femeninas de Çatal Hüyük o las (del mismo material) que representan a la<br />

Diosa Madre encontradas en diversos yacimientos micénicos, minoicos y cicládicos,<br />

las figuritas con niño en brazos (kourothropos) y las casitas de barro<br />

de la Grecia arcaica, las cretenses, las hallstátticas, las etruscas... Y, también,<br />

los ushbetis: figuras de servidores egipcios realizando labores domésticas para<br />

asegurar la supervivencia del dueño en el Más Allá; aisladas, al principio y<br />

maquetas formando escena, después.<br />

180 Para más y mejor información sobre el tema véase: ELVIRA, Miguel Ángel.<br />

El arte etrusco y romano. En Historia del arte, I, El Mundo antiguo. Alianza<br />

Editorial. Madrid, 2005. RODRÍGUEZ NEILA, J. F. Antigüedad clásica. En Historia<br />

Universal, t. IV. Instituto Gallach. Barcelona, 1992. HUIGHÉ, René: El arte y el<br />

Hombre, t. I. Planeta, Barcelona, 1966.<br />

181 Vid. n. 11, 12, 13 y 14.<br />

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