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Murcia, Francisco Salzillo y la Cofradía de Jesús J. J. García Hourcade y A. Irigoyen López<br />
cardenal Belluga. Es lógico, puesto que desde su llegada a la<br />
Diócesis en 1705 hasta su muerte en 1742 dominó toda la<br />
vida diocesana, a pesar de su partida a Roma en 1724. Luis<br />
Belluga fue un gran prelado que se dedicó con total entrega<br />
a la misión pastoral que le fue encomendada. Al margen de<br />
los episodios bélicos, su preocupación fundamental fue la de<br />
proporcionar a los fieles del Obispado el cuidado espiritual que<br />
requerían. Lo cual implicaba mejorar no sólo el nivel moral e<br />
intelectual del clero, sino también el económico, puesto que<br />
el prelado era consciente que sin ciertos alicientes, sin un<br />
nivel adecuado, los eclesiásticos no realizarían su cometido<br />
de forma correcta. Por todo ello, Belluga realizó un programa<br />
reformador del clero. En primer lugar reformó el plan de estudios<br />
del Seminario San Fulgencio y creó también el Seminario<br />
Menor de San Isidoro (si bien se inauguró en el episcopado<br />
de don Diego de Rojas y Contreras, momento en el que se<br />
elige a los primeros becarios). Para atender a la formación<br />
espiritual fundó el Oratorio de San Felipe Neri, apoyó a los<br />
jesuitas, predicó con su propio ejemplo llevando una vida muy<br />
austera y sencilla y redactó numerosos escritos y documentos,<br />
cargados de una clara finalidad didáctica 9 .<br />
Desde Roma, Belluga seguía dirigiendo el Obispado. Los<br />
dos prelados que le sucedieron: José Montes (entre 1724 y<br />
1741) y Juan Mateo López (de 1742 a 1752) debieron la mitra<br />
a su intervención, puesto que ambos eran, como dijo Díaz<br />
Cassou, “hechuras del cardenal” 10 .<br />
El siguiente obispo sí que tuvo un papel destacado en la<br />
Diócesis: Diego de Rojas Contreras (1752-1772). Y eso que<br />
durante los primeros años de su episcopado estuvo ausente,<br />
dado que ocupaba el cargo de presidente del Consejo de Castilla.<br />
Este hecho no le impidió percibir la necesidad de mejora<br />
que tenían algunos aspectos eclesiásticos.<br />
Sin duda, lo más importante fue la reforma de la estructura<br />
del cabildo catedralicio. Hasta el año 1762, que es cuando<br />
el obispo Rojas decide acometer su plan, el cabildo de la Catedral<br />
de Murcia se componía de 33 individuos: 6 dignidades<br />
—a saber: deán, arcediano de Cartagena, arcediano de Lorca,<br />
tesorero, maestrescuela y chantre—, 8 canónigos (en realidad,<br />
sólo eran 7, puesto que una canonjía se asignó al Santo Oficio<br />
9 La bibliografía sobre Belluga es muy amplia. Pueden consultarse: Báguena,<br />
J. 1935; Torres Fontes, J.; y Bosque Carceller, R. 1960; Sobejano, A. 1962.<br />
Cremades Griñán, C. M. ed. 1985; Andreu, A. 1997; Vilar, J. B. 2001, e Irigoyen<br />
López, A. 2005.<br />
10 Díaz Cassou, P. 1977, pp. 180-194.<br />
58<br />
de la Inquisición), 8 racioneros y 12 medio racioneros. Tras la<br />
reforma, el cabildo contará con 52 miembros: 10 dignidades<br />
(se crean 4 nuevas dignidades: arcedianatos de Murcia, Hellín,<br />
Villena, Chinchilla), 14 canónigos —más la canonjía reservada<br />
a la Inquisición—, 12 racioneros y 15 medios racioneros 11 .<br />
Presencia humana y presencia arquitectónica de la religión.<br />
En primer lugar, la Catedral, que, con una torre que sólo<br />
tenía los dos primeros cuerpos, sin la imponente fachada que<br />
hoy conocemos, no parecía muy suntuosa. Algunos obispos<br />
llegaron a decir de ella que se trataba de una edificación<br />
mediocre, aunque hay quien sostiene que con el empleo de<br />
esa palabra latina lo que se quería remarcar era la inconclusión<br />
de las obras. Su interior también contribuía a crear esa sensación<br />
de provisionalidad. Con este panorama parecía difícil<br />
que en la Catedral se mantuviera la solemnidad y el decoro,<br />
aunque se estuvieran celebrando los oficios divinos. Por esta<br />
razón, la construcción del imafronte iba a representar un<br />
auténtico hito religioso. Su construcción fue posible porque<br />
la Iglesia murciana pudo beneficiarse de la favorable coyuntura<br />
económica del siglo XVIII 12 . En efecto, uno de los logros<br />
más espectaculares de esta febril actividad constructiva fue<br />
la realización de la fachada de la Catedral; pero no el único,<br />
puesto que también hay que recordar la construcción del<br />
Palacio Episcopal 13 .<br />
Con todo, hay que comprender que la Catedral distaba<br />
mucho de ser el lugar de recogimiento del que hoy tenemos<br />
conciencia. Entre los empleados con que contaba el cabildo<br />
estaba la figura del perrero, cuyo cometido era impedir la<br />
entrada de canes en el primer templo diocesano y en caso<br />
de que su vigilancia fuera burlada debía perseguirlos y expulsarlos.<br />
La Catedral era el lugar de reunión y también de paso.<br />
Los templos eran lugares donde hombres y mujeres podían<br />
reunirse con mayor facilidad: la misa, el oficio divino, se constituía<br />
como una de las pocas salidas de las mujeres de la<br />
época. No pocos galanteos y flirteos giran en torno a los edificios<br />
religiosos. Numerosos textos literarios así lo confirman.<br />
Había de todo en la Catedral menos silencio 14 .<br />
Contra lo que pudiera suponerse, las iglesias, como demostró<br />
Rodríguez Sánchez, fueron un espacio privilegiado para la<br />
11 Pascual Martínez, L. 1993, y Cánovas Botía, A. 1994.<br />
12 Pérez Picazo, M.ª T., y Lemeunier, G. 1984, pp. 161-162.<br />
13 Martínez Ripoll, A. 1995.<br />
14 Una buena reconstrucción, aunque se refiere al caso palentino, se puede<br />
hallar en: Cabeza, A. 1997.